miércoles, 30 de junio de 2010

Su voz

Aún hay días en donde recuerdo el tono exacto de su voz.

No, no es la voz de una mujer de mi pasado, ni de mi conciencia. Es algo que me pasó y que no olvido porque representó tanto para mí, que no puedo imaginarme ahora sin el momento en que escuché su voz.

Estaba sacando al gato de la cocina; los momentos trascendentales de la vida por lo general ocurren mientras uno realiza cosas tan simples, tan humanas, tan sin chiste, como sacar el gato de la cocina; cuando escuché que una sombra me hablaba desde la copa del árbol que rompe en dos mitades exactas, mi patio.

No recuerdo el nombre del árbol, sólo sé que estaba ahí antes de que yo llegara a vivir en esa vieja casa, sólo sé que en ese momento, una voz, que nunca había escuchado, decía mi nombre.

David.

Era un murmullo, una sombra de voz la que tenía esa voz, pero al entrar en mi cerebro, no pude dejar de darle una etiqueta a esa voz, para mí, era la voz que de poder hablar, tendría el metal.
Eran dos láminas de acero inoxidable chocando entre sí a una velocidad lentísima. Era una voz que sólo así podría definirse.

David, me decía la voz, soy yo. No quieres hablar conmigo?

Le dije que no tenía nada que hablar con una sombra en lo alto de un árbol y la sombra bajó. Ví su cara, era metal puro, era la imagen de un querubin de hielo, voz de acero, cara de hielo, tuve miedo.

Quítate la máscara, le dije, él así lo hizo, debajo de esa máscara había otra, y otra, y otra. 

Puedo estar así toda la noche me dijo. Pero no tengo toda la noche. 

Entonces dime a que vienes.

Vengo a decirte que lo que ves es irrelevante, que el secreto está en lo que no ves, en el silencio está la clave y en los sueños los ladrillos de la casa que quieres construir.

Después de decir eso, se marchó del patio de mi casa. Dejándome en la memoria, las laminas de acero que tiene por voz y en la cabeza, una duda que aún persiste.


Sigo sin despertar, sigo esperando que vuelva con la otra mitad, con la luz, con las palabras justas. Quiero que vuelva y que todo tenga sentido.


viernes, 18 de junio de 2010

Escribo

Amarro palabras, siento que salen, no sé que pasa pero a veces, esa comezón de los dedos es lo que me incita a escribir, creo que tengo comezón en la punta de los dedos que sólo se quita escribiendo.

Lo hago desde los 8-9 años, no como un tipo que se diga dotado para esto, más bien como un pinche loquito que no tenía otra manera de decir, de respirar.

Escribo porque me siento bien.

Aunque cuando me siento muy muy bien, no escribo.

Tenía mucho que no escribía.

Hoy escribí.