miércoles, 19 de diciembre de 2012

De silencios

Puedes conocer a alguien y nunca acabar de conocerlo, pero si pones atención, siempre hay cosas que delatan lo que pasa, que te van diciendo con un altavoz que las cosas no están bie, son banderas con señalamientos fosforescentes y antorchas que te gritan "haz algo", "lo que crees no es real", "ella no te quiere". Desaparecer es una gran señal. Dejar de responderte el teléfono. Espaciar las vistas. Fingir demencia a las preguntas. Dejar de darle likes a tu FB. No tener tiempo para un RT o un FAV, idioteces tecnológicas pues. De sexo mejor ni hablamos. Pero nunca vemos nada. Seguimos ahí, hasta que el tren se haya estrellado, hasta que la casa se haya quemado, hasta que uno de los dos se haya desangrado en el lavabo y no tenga voz ni fuerza para intentarlo una vez más. Todo tan callado. Tan quieto.

lunes, 10 de diciembre de 2012

tres

Hoy renové mi pasaporte. Un trámite bastante sin chiste que me llevó dos horas en las oficinas de la Secretaría de Relaciones Exteriores más cercana a mi casa, las cuales están ubicadas en la parte más alta del edificio Armand, un lugar en el que lo mismo hay oficinas de Gobierno, que un gimnasio o una tienda de camisas de colores horribles. Llegué y en lo que me recibía, recorrí con la vista los sellos de los lugares que visité en el transcurso de tres años, la entrada un 15 de septiembre a Barcelona y mi posterior salida desde Londres un 30 de septiembre, (solo), mi viaje a Montevideo a filmar un comercial en febrero del 2010, (solo), mi sello de entrada a EU un 15 de septiembre del 2011, (no solo). Tres años en los que me pasaron tantas cosas que nombrarlas es perder el tiempo. Tres años de paísajes increíbles, de dudas existenciales, de logros personales, de miradas cómplices al abandonar un hostal en Cadaqués, de frío en el lobby de un hotel frente al Mar del Plata, de tequilas horribles en un bar de Austin. Tres años, siempre renuevo el pasaporte cada tres años, me parece un momento de tiempo justo en el que mi rostro no ha cambiado tanto en la foto y que me ayuda a no deprimirme tanto por los escasos destinos visitados en más de mil días. Tres años es el tiempo perfecto para cambiar a medias. La próxima vez que vaya, en tres años, tendré treinta y tres años y quizá nuevos sellos en mi pasaporte.

miércoles, 5 de diciembre de 2012

Destiempo

Para llegar tarde también se requiere puntualidad. No todos pueden hacerlo. Es un ejercicio complicado. Retador. Un equilibrista sobre un edificio. Llegar tarde es un don de Dios.

Saber perder

El último libro que he leído se llama así, "Saber perder". Es de David Trueba, escritor español que también dirige películas de guiones que él mismo escribe. El título era lo que más me llamaba la atención, ¿sabemos perder? ¿sé perder? Yo creo que no, nunca he asimilado las derrotas como debo, ni en la cancha cuando mi equipo es goleado, ni las juntas cuando la campaña no se ha vendido, ni en el amor cuando me han cerrado la puerta en la cara. Saber perder. Hoy me dijeron que no tenía un futuro (específico en mi vida). Lo comprobé después por mensaje de texto que tenían razón. No había pasado ni una hora. No había futuro. Lo peor es que ya me lo habían dicho sólo que como siempre, no supe perder.

martes, 4 de diciembre de 2012

Tesoros

"Una vez al año" "La verdad no siento nada" "Todo pasa" Elijo las tres últimas frases de las tres conversaciones simultáneas que tengo con tres mujeres completamente diferentes, tres puntos de vista de tres cosas que no tienen nada que ver. Estoy alejándome de la orilla. Avanzo y no sé. Todo deja de detenerse como antes y comienza a caer al mar. Estrepitosamente. Escandalosamente. Recuerdos que se desgajan, estatuas de momentos y pinturas de instantes. Todo cae al mar y se hunde. Yo sigo a flote. Tengo suficientes salvavidas y cuerdas como para salvarlo todo. Dejo que se pierdan como barcos antiguos llenos de tesoros. Quizá alguien los encuentre después y se vuelva rico. Un cazador de fortunas. Un buscador de tesoros. Yo no. Dejé de acumular. Solté amarres. Viajo ligero. Con menos equipaje del que me permiten en la opción light para volar. Una muda de ropa, un teléfono, mi cepillo de dientes y un libro que hoy, me aconseja cuando veo todo lo que puede destruirse por tener miedo. Las palabras de los escritores siempre me han llevado, son la Rosa de los Vientos de mis dudas. Los autores caminan adelante, encienden antorchas de oraciones el camino no se ve tan aterrador. "Pues si" "Como el 12" "Todo pasa" Dos conversaciones avanzaron, una no. Tan parecido a la vida real.