miércoles, 22 de diciembre de 2010

Colirio.

Hablaban de colirio para los ojos y nunca entendí de que se trataba.

Años después seguía sin entender esa palabra y no quise buscarla, no sé, me gustaba tener aún cosas que ir descubriendo con el tiempo, cosas que se elevaran en mi cabeza al momento de que aparecieran y bam! ahí estaba la respuesta.

Ella no lo sabe pero yo sí, en todo este tiempo, cuando he caminado a su lado, vuelo un poco, voy con los pies despegados del suelo pero ella no lo ve, porque me agarra fuerte de la mano y evita que como globo, me eleve hasta la estratosfera y estalle en mil pedazos de mi que al caer serían la desagradable sorpresa de los demás paseantes.

Me imagino con ella en una banca en un parque de NY, ambos, cansados de pasear todo el día, observamos a la gente y hacemos chistes sobre ellos que nadie entiende. Entonces ella comienza a elevarse y se pierde en el sol y yo recibo su luz que se ha mezclado con el aire y me envuelve en un halo de piedras preciosas doradas, en un polvo que se me mete por la nariz y me impide respirar y me seco como yeska en verano en la sierra y ardo.

Todo es posible mientras las mantarayas sigan desmadrando aún el mar, todo es posible mientras puedan existir los cambios de ritmo en el futbol, todo es posible mientras aún tenga diez minutos más, diez minutos para decir en papel electrónico que todo es posible.

sábado, 18 de diciembre de 2010

la boca del lobo

Patético intento de acabar con lo que no tenía a la mano.
La llamó desde un teléfono público para amenazarla de muerte y colgó, oculto bajo el anonimato y la distancia, le dijo que en 2 días la iban a matar.

Ella colgó y se metió a la cama en donde él, el hombre por el que había dejado todo, dormía como una piedra.

Dos días después ella estaba sentada en la mesa de la cocina, nerviosa esperaba a quien le iba a desmadrar la vida, a quien juró que iba a matarla, ella ya no estaba como para andar corriendo.

Entró Gabriel, no el ángel, su ex marido y no le dijo nada. Ella le sirvió un vaso con agua y él lo bebió de un trago. El amante de ella no estaba ya en el motel.

Gabriel desenfundó un viejo cuchillo, ya mellado y oxidado, le dijo que la mataría con el, así, aunque se tardara más pero quería que ella sufriera todo lo que él había sufrido.

Ella se recargó en la barra y lo invitó a matarla.
Gabriel se acercó lento y le dijo al oído que después de hacerlo, se mataba él mismo.

Ella no se resistió.

Él descargó todo su coraje y ella no metió las manos.
Se mató después y se llevó a la tumba, la mirada de ella.

Los zombies comenzaron a comerse a los marcianos azules en el fondo del lago.

JAJAJJAAJAJAAJAAJAJAJAAAJAAJAJAAJAJAAJAJAJAJAAJ


jueves, 9 de diciembre de 2010

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Mis días mejores son aquellos en donde nada pasa, son en los que el tiempo existe como una gelatina que nos atrapa y nos engulle y nos deja estar dentro de ella, alimentados, cálidos, eternos.

Los días mejores son los que nos regalan alas, los que nos desatan amarres, los que nos filtran palabras de aliento por los poros de las horas y que al escucharlas caemos como presas fáciles de lo positivo.

Los mejores días son los que nos alimentan los miedos, los que funden la soledad con el dolor, los de la amargura, los de caminos sin salida.

Los mejores días son iguales a los peores.