martes, 20 de agosto de 2013

Casualidad

Suena el timbre de casa, insistente, nervioso. Salgo y encuentro a mi vecina, 70 años, cabello morado, fuma mientras me habla. -Acaban de chocar tu auto- dice y escapa el humo de su boca y llena el pequeño pasillo que marca que el departamento 3 es mío. Me pongo unos viejos tenis y una gorra, dormía la siesta del domingo cuando pasó todo. Veo que un grupo de personas se arremolina en la calle, distingo una camioneta Ford Lobo negra que acaba de impactar un pequeño Mini Cooper, el cual terminó impactado en la parte trasera de mi Nissan Tida. -Es tuyo el auto?- me pregunta una joven, su novio está siendo atendido por un paramédico, ellos venían circulando y una camioneta salió de repente, me dice mientras no dejo de ver que acaba de llorar de miedo, reconozco esa mirada, la veo seguido. Llegan los seguros, el hombre de la Ford Lobo está en la parte trasera de una patrulla esperando, no hay cargos, no hay nada, mi coche tiene la suspensión trasera destrozada, el cristal trasero se ha roto en su totalidad, huele aún el espacio a llanta quemada y los fluidos de los vehículos han sido neutralizados con espuma que salió de una manguera de bomberos. El Mini no ha sido movido aún, sigue impactado en mi auto, lo tengo desde hace dos años, fue un regalo de mis padres al mudarme a esta ciudad. Mi seguro me pregunta los datos de siempre y qué hacía mi coche ahí. Respondo y mientras lo hago, recuerdo que en la cajuela tengo el cadáver de una mujer de aproximádamente 25 años, desnuda, con cortes en el abdomen y una contusión en la cabeza que no puedo explicar como "causas naturales". Algo malo va a pasar si mueven los autos. Empiezo a pensar las explicaciones que daré. Llega la grúa y los bomberos comienzan a retirar el Mini Cooper estrellado. Enciendo un cigarro y escucho el crujir de los metales retorcidos, me recuerda a los gritos de la chica que espera ser descubierta. Decido entrar a mi departamento, doy una última mirada a la escena, los vecinos, los policías, los accidentados, los autos, todos en una calma que pronto se interrumpirá. Entro al edificio en el momento justo en el que el grito de la novia del accidentado opaca el crujir de los fierros. Entro a mi departamento. Estoy solo. Escucho el golpe insistente de los policías en el pasillo. Fui muy tonto al no moverla anoche cuando pude, después de nuestra noche en el parque, pero no lo hice, tenía sueño, estaba cansado o quizá quería que pasara. No soy tan buen vecino como todos piensan. Mala suerte de domingo, odio los domingos, los domingos me odian.