martes, 8 de agosto de 2017

Que complicado

Que complicado es escribir sin un propósito, sin un documento que me obligue a hacerlo. Quizá ya me rompí por dentro y nunca más podré hacerlo.

martes, 30 de diciembre de 2014

Dejarlo todo

Constantemente abandono todo, lo empaco, lo cubro con plástico con una de esas máquinas con las que se cubren las maletas en los aeropuertos, lo subo a la cajuela de mi auto y manejo una hora en la montaña, hasta el sitio exacto en el que lo abandono todo. Cada vez son más las cajas que me esperan allá, unas llevan amigos nuevos, amigos de ocasión, flirteos en la fila del supermercado, noches de tragos en 5 bares por el precio de uno, juntas en corporativos transnacionales, potenciales premios por ganar, ascensos detenidos, nuevas calles, ojos, cientos de ojos nuevos que me miran 24/7. Es raro ser conocido como el que abandona todo, pero siempre me he visto a mi mismo como un gitano, un hombre sin un ancla amarrada a los pies y no crean que no me da miedo repetir el paso de la muerte en la cuerda floja de lo inesperado, soy el primer asustado, pero nada da más miedo que conformarse, el fantasma de conformarse y esperar que nada cambie. Quizá me vuelva a ir y yo ni sé.

viernes, 26 de diciembre de 2014

Testigo

Ayer llegué a una tienda y acababan de asaltarla, el dependiente, nervioso, llamaba a una patrulla mientras en el suelo un tipo con el rostro lleno de sangre y un hueco del tamaño de una moneda de diez pesos, se mantenía inerte. Rocío de sangre sobre las bolsas de papas fritas, como si un pequeño aspersor hubiera regado todo, tenue, casi imperceptible pero presente. En la pantalla de la tienda mi reflejo, la pistola del dependiente seguía caliente. El ruido de la máquina de café anunciaba que estaba listo para beberse. Caliente. El suelo lleno de sangre. La mano derecha del asaltante seguía tapada con un trapo y formaba una escuadra con los dedos. Salí de la tienda y regresé a la fiesta, les dije que estaba cerrada y no había podido comprar nada. Nadie dijo nada y nos conformamos con seguir bebiendo whisky sin hielos. Al fondo, una sirena.

miércoles, 5 de marzo de 2014

Sueños.

Los sueños, quebrados, esperando a que alguien los pegue, los junte, los arrope, los convierta en una enzima, en un diamante, en un deseo, los sueños. Que tienes, no tienes, perdiste, encontraste, robaste. Porque los sueños también se roban, yo mismo he robado sueños. Me siento a esperar a que alguien no los amarre bien, no les ponga un candado, no se de cuenta y de repente, aparezco y me apropio de esos sueños, de los sueños de un aumento en el trabajo, de unas vacaciones en Asia, de una rubia y una morena desnudas a mi lado, de una bicicleta en Navidad, de volver a comer comida de la abuela. Y los hago míos y lucho por ellos y cuando los consigo, los abandono. Huérfanos los sueños de soñadores. Abandonados. Sin nadie que sueñe con ellos.
Es difícil volver a escribir. Te pierdes en lo tonto. En lo que no tiene sentido. En el pasado. En los fantasmas. En los errores. En los homenajes. Pero siempre, es bueno volver. A ti, a mi. A todos.

lunes, 30 de septiembre de 2013

De los olores

Tengo la cabeza llena de momentos prisioneros, que salen a pasear de vez en cuando al detectar, en sus radares invisibles pero no por eso equivocados, un olor que detona una sensación, partículas cambiantes que construyen situaciones completas en base a mezclas de savia, naranja, canela, musgo o chocolate. Perfumes que por una parte, me remiten a sexo, a encuentros húmedos, pasajeros, a casas vacías y estacionamientos públicos, a cuellos que besar, a labios que morder, a ojos que inundar de lágrimas de despedidas para siempre. Olores de comida que me llevan rápido en la caja de una pick-up al rancho, al mezquite quemándose, a la cebolla y el chile que se queman como el día, como los días de veranos de 40 grados o más, como las alas de las libélulas atrapadas en el río más cercano. Olores de amaneceres frescos, de polvo de viajes, de abrazos que no se dieron y no se darán. De azoteas llenas de botellas vacías, de sol y lluvias. El olor de las personas que quieres. El olor que dejan los que se van.

martes, 20 de agosto de 2013

Casualidad

Suena el timbre de casa, insistente, nervioso. Salgo y encuentro a mi vecina, 70 años, cabello morado, fuma mientras me habla. -Acaban de chocar tu auto- dice y escapa el humo de su boca y llena el pequeño pasillo que marca que el departamento 3 es mío. Me pongo unos viejos tenis y una gorra, dormía la siesta del domingo cuando pasó todo. Veo que un grupo de personas se arremolina en la calle, distingo una camioneta Ford Lobo negra que acaba de impactar un pequeño Mini Cooper, el cual terminó impactado en la parte trasera de mi Nissan Tida. -Es tuyo el auto?- me pregunta una joven, su novio está siendo atendido por un paramédico, ellos venían circulando y una camioneta salió de repente, me dice mientras no dejo de ver que acaba de llorar de miedo, reconozco esa mirada, la veo seguido. Llegan los seguros, el hombre de la Ford Lobo está en la parte trasera de una patrulla esperando, no hay cargos, no hay nada, mi coche tiene la suspensión trasera destrozada, el cristal trasero se ha roto en su totalidad, huele aún el espacio a llanta quemada y los fluidos de los vehículos han sido neutralizados con espuma que salió de una manguera de bomberos. El Mini no ha sido movido aún, sigue impactado en mi auto, lo tengo desde hace dos años, fue un regalo de mis padres al mudarme a esta ciudad. Mi seguro me pregunta los datos de siempre y qué hacía mi coche ahí. Respondo y mientras lo hago, recuerdo que en la cajuela tengo el cadáver de una mujer de aproximádamente 25 años, desnuda, con cortes en el abdomen y una contusión en la cabeza que no puedo explicar como "causas naturales". Algo malo va a pasar si mueven los autos. Empiezo a pensar las explicaciones que daré. Llega la grúa y los bomberos comienzan a retirar el Mini Cooper estrellado. Enciendo un cigarro y escucho el crujir de los metales retorcidos, me recuerda a los gritos de la chica que espera ser descubierta. Decido entrar a mi departamento, doy una última mirada a la escena, los vecinos, los policías, los accidentados, los autos, todos en una calma que pronto se interrumpirá. Entro al edificio en el momento justo en el que el grito de la novia del accidentado opaca el crujir de los fierros. Entro a mi departamento. Estoy solo. Escucho el golpe insistente de los policías en el pasillo. Fui muy tonto al no moverla anoche cuando pude, después de nuestra noche en el parque, pero no lo hice, tenía sueño, estaba cansado o quizá quería que pasara. No soy tan buen vecino como todos piensan. Mala suerte de domingo, odio los domingos, los domingos me odian.