miércoles, 5 de marzo de 2014

Sueños.

Los sueños, quebrados, esperando a que alguien los pegue, los junte, los arrope, los convierta en una enzima, en un diamante, en un deseo, los sueños. Que tienes, no tienes, perdiste, encontraste, robaste. Porque los sueños también se roban, yo mismo he robado sueños. Me siento a esperar a que alguien no los amarre bien, no les ponga un candado, no se de cuenta y de repente, aparezco y me apropio de esos sueños, de los sueños de un aumento en el trabajo, de unas vacaciones en Asia, de una rubia y una morena desnudas a mi lado, de una bicicleta en Navidad, de volver a comer comida de la abuela. Y los hago míos y lucho por ellos y cuando los consigo, los abandono. Huérfanos los sueños de soñadores. Abandonados. Sin nadie que sueñe con ellos.
Es difícil volver a escribir. Te pierdes en lo tonto. En lo que no tiene sentido. En el pasado. En los fantasmas. En los errores. En los homenajes. Pero siempre, es bueno volver. A ti, a mi. A todos.