jueves, 30 de septiembre de 2010

Los Perros

"Cuando un perro te muerde, no importa el tamaño del perro, ni la edad que tú tengas, ni la fuerza de la mordida, lo que se te queda para siempre, es la escena, es la furia del animal, es la violencia, la mirada del perro".

Ellos ya están muertos y no se han dado cuenta, nadie ha tenido la delicadeza de decirles que están viviendo en tiempo extra y el partido está por terminar, ellos, los que no tienen nada pero que han decidido tenerlo todo así sea por un breve periodo de tiempo, ellos, los que no saben donde van a estar mañana y viven acelarados en un rush de cocaína y dinero que les quema las manos, la cabeza, el cuerpo y que después, ese mismo dinero mutará, se transformará en balas, en dolor, en lágrimas. Ellos, los perros sin dueño.

Ayer ví uno a los ojos, me ladró directamente a la cara y pude verlo, pude olerlo, pude sentir su miedo y mi miedo. El que ladra más es que tiene más miedo-pensé. Pero yo no ladraba porque no podía, era impotente a lo que veía y me quedé ahí, detenido en el tiempo, tan solo, como el último cubo de hielo en la bandeja del congelador. El perro ladró más y yo le bajé la mirada.

Caminé con miedo a mi coche, pensando en lo que me dijo y saben, lo ví morir.

La diferencia entre ese perro y yo, es que cuando yo muera, no importa cómo ni dónde, yo no estaré solo y tengo la certeza de que será rápido.

Ese perro va a sufrir. Se va a atragantar con su propia sangre y dejará de ladrar. En ese momento, es cuando alguien tocará su espalda y le susurrará al oído "estás muerto".
Y no tendrá tiempo de arrepentirse de nada.








martes, 28 de septiembre de 2010

-Nunca llegué a Paris, me quedé cerca- me dijo ella mientras le daba un golpe largo al cigarro, blanco, como su mano izquierda, un poco teñida en los dedos del amarillo que los años de fumadora van dejando en el cuerpo.

-Yo tampoco, no sé que es Paris, para mi Paris no existe porque nunca he ido- le dije y le quité el cigarro para fumarlo yo.

-No puedes decir que no existe Paris, Paris existe para todos-
-No para mí-la interrumpí- Para mí Paris es un diseño en la computadora de alguien, es un fotomontaje, es un cuento chino, ahora que si nos adentramos más en eso, China tampoco existe porque yo no la conozco- sonreí sabiendo que ella, cuando está borracha, enfurece.

-Eres un imbécil, esa pinche forma de pensar no te deja avanzar y por eso vives en esta mierda de lugar y no tienes nada más que un puto colchón en el suelo- me dijo ya empezando a molestarse, con la ceja izquierda un poco más arriba que la derecha, con la ceniza a punto de caer de la punta del cigarro.

-Para mí, el mundo es lo que conozco, eres tú, es mi ciudad, son los aviones en los que me he subido, son las mujeres con las que he estado, es la comida que he probado, son las olas que me han tocado, pero Paris no es nada, para mí no es nada, mi mundo se acabó en el lugar más lejano que llegué, Mar del Plata al sur, Nueva York al norte, Burgos al este y Nayarit al oeste, no más- comencé a reir y me levanté de mi puto colchón en el suelo.

-Si no nos hubieramos conocido yo no existiría?-me dijo pensativa.
-Exacto, no existirías.

-Eres un tipo triste, Paris te llegará como llegué yo. A todos nos llega Paris- se levantó y me dio un abrazo largo.

A todos nos llega Paris, pensé eso al dejarla en su casa. Ese mismo día busqué un vuelo. Era hora de que Paris comenzara a existir.

jueves, 23 de septiembre de 2010

fajos

Los casinos, los benditos casinos pensé y salí de ahí con 183,500 pesos en un cheque que podría pasar a cobrar ahí mismo al día siguiente. Era una noche caliente en la ciudad, de esas que te hacen sudar hasta cuando estás parado, venía aún mareado por el humo de los cigarros de las ancianas, por la luz de las máquinas tragamonedas, por los patrones interminablemente idénticos en el tapiz de los muros. Dos cocacolas lights sin caféina, medio cigarro marlboro medium y la emoción de ganarle por primera vez a la casa, eso y nada más eso traía en la panza.

Me recargué en el primer coche que ví y sonreí mientras echaba la cabeza hacia atrás y de mi nuca, un leve crack! se escapaba y con él, el casino.

-ganaste mucho, te ví cuando ganaste, me dijo la voz de un hombre que estaba sentado enfrente de mi, traje oscuro, lentes de pasta, 45-50 años, cabello levemente cano, cigarro en la mano.

-gané algo, pero no traigo dinero en efectivo, no te lo pagan- le dije y metí la mano a la bolsa delantera de mi pantalón por instinto, ahí estaba el cheque.

-No quiero dinero ahora, de hecho, te ofrezco algo, te doy 200,000 cerrados en efectivo ahorita, no tienes que esperar a mañana para cobrarlos, te compro el cheque por más de lo que te van a pagar- me dijo el tipo y apagó el cigarro en el suelo.

-Algo hay no? nadie te da nada, y nadie me va a dar 200,000 por un pedazo de papel que no vale nada hasta mañana, qué ganas tú?-le dije y comencé a caminar a mi coche.

Detrás del tipo apareció un hombre y a su lado una mujer muy pequeña, ella traía una maleta deportiva, se la dió al tipo que había hablado conmigo y él me la aventó a los pies.

-200,000 pesos, tuyos, llévatelos, pero hazme un favor-me dijo.

-Ya sabía, te dije, nadie da nada man-apagué el cigarro y levanté la maleta del suelo, no voy a mentir, me gusta el dinero y mientras pueda hacer poco por conseguirlo mejor, pero no me gusta tener que meterme en cosas culeras por él.

-ni sabes el favor aún mijo, es sencillo, mañana vienes a cobrar el cheque y ya, es todo- el tipo caminó hacia mí lentamente. Una pareja salió del casino y se subió a su coche frente a nosotros.

-Cobro el cheque que ya me pagaste, mmmm sigo sin entenderte nada- y de verdad no entendía nada, le devolví la maleta y me subí a mi coche.

El tipo se sentó en el cofre de mi coche, el tipo que iba con él rompió de un golpe la ventana trasera de mi coche y después metió la maleta con el dinero en el asiento trasero.

-Abren a las 11, pagan a la 1. te veo aquí mismo a las....mmmm 1230? con cuidado- se bajó de mi coche y yo me fui de ahí. 

Traía 200,000 pesos en el coche, podía irme y no volver al día siguiente pero creo que hubiera sido una estúpida idea. Llegué a casa y conté el dinero. 200,000, cerraditos. Repartidos en 2 fajos de billetes de 500 cada uno. Buena lana, no era lo más que había tenido en las manos pero era algo interesante, para pagar tarjetas, rentas, deuditas.

Llamé a la oficina al despertar para decir que no iba, me contestó el tipo que es "recepcionisto", un gordo que siempre trae camisetas de dream theater cuando es viernes informal, le dije que no iba y me dijo que porqué, le dije que no iba y dijo que porqué, apagué el fuego del diálogo repetitivo y colgué mientras tosía exageradamente fuerte.

Tomé dos billletes de 500, uno de cada fajo, total, chingueasumadre y salí de casa.

Me paré en el Ihop de Vasconcelos y pedí el paquete más sencillo y una jarra de café, leí el periódico que alguien había olvidado en la mesa y al terminar de desayunar, me lo llevé, lo puse en el asiento del copiloto y conduje al casino.

Siempre me da como tristeza el ver los estacionamientos de los casinos llenos por la mañana, tanta gente ganchada en lo de la apuesta, pero luego me muerdo la lengua y me doy cuenta de que yo también soy de ellos, soy de los mismos.

12:30, el tipo no está, ni el otro, ni la chica. 

A la una entré al casino, a la chingada, si salen que salgan y me digan, les diré que los estuve esperando, que no llegaron y cobré.

Salí de ahí con 183,500 pesos en efectivo. Subí al coche, encendí el aire acondicionado a todo lo que daba y conduje a casa.

Cuando llegué, tomé el dinero que me habían pagado y lo cubrí con el periódico que me había robado del Ihop, al entrar a la casa, junté todo el dinero, 389,500 pesos en efectivo en la mesa de mi cocina. Respiré hondo. Bajo los billetes estaba la portada del periódico y en primera plana, estaban ellos, los que me esperaban afuera del casino. Muertos, los habían matado los soldados poco después de que habían hablado conmigo.

Nunca super que querían ni porqué me habían dado el dinero. Algo iba a pasar pero nunca pasó, por si las dudas puse los dos billetes de 500, uno en cada fajo, y guardé el dinero en una lata que siempre escondo en el closet, no vaya a ser que alguien vaya a reclamarlo.















miércoles, 22 de septiembre de 2010

De la nada

Buscaba como loco a Lala, habíamos quedado de vernos media hora antes de las 3 pero no llegó, me puse los jeans azules y salí del departamento con un coraje que no me dejaba hablar, el vecino me dijo hola y rumié un vete a la verga que el tipo entendió como saludo y sonrió.

Subí a mi Ibiza 2010 blanco, quemacocos, stereo, rines, golpe arriba de la llanta izquierda delantera y arranqué sin precaución, el taxista de un tsuru verde tocó su claxón pero no lo escuché, sólo traía el puto coraje que Lala y su maldita impuntualidad me habían provocado.

Llegué a donde ella trabajaba como diseñadora  y no estaba,  sólo Marce y el vato que quiere con ella pero no le dice, Rubén se llama creo, me lo presentó Lala en una fiesta que fue en casa de él, llegue de colado pero no creo que nos hayamos presentado, Marce me dijo que Lala tenía rato que se había ido.

De nuevo al coche, avanzar por las calles de siempre y la ví de lejos, estaba sentada en un Starbucks escuchando música y leyendo, no había donde estacionarme y lo dejé a la vuelta del café, caminé hacia ella y cuando me acerqué ví como levantó las cejas y alcanzé a ver como La Culpa, El Despiste, El Chingadamadre le pusieron roja la cara.

Le dije que Qué Pedo! nos habíamos quedado de ver en mi casa, me dijo que lo había olvidado pero que me sentara, esperaba a un cliente potencial, le dije que eso de esperar un cliente me sonaba a puta, me dijo que era un pendejo y se me olvidó el coraje. Lala tiene ese efecto en mi, es buena gente, está buena, es divertida y coge bien. Desafortunadamente a los 5 minutos de escucharla hablar sobre las posibilidades reales de que ese cliente le adelantara al menos el 50% de lo que cuesta el proyecto, cerré los ojos y volví a estar en La Perdíz, ese restaurante uruguayo (Vía San Marcos y Bolaño, Montevideo, Uruguay) y escuchar a Marnio, el productor del comercial que me explicaba los beneficios de la carne producida en el Uruguay sobre otras carnes de la región, siempre que me aburro al hablar con Lala, recuerdo algún viaje, la última vez fue uno a Lima de Abajo, un pueblo que está cerca de Puerto Vallarta en donde probé un atún sellado increíble.

No me despedí, me paré y me fui, la dejé esperando y cuando giré la cabeza para decirle adiós con la mano ella me pintaba un dedo, a la verga, pensé, pinche vieja aburrida.

Subí al coche y me fui a casa. En el camino no encontraba la canción exacta, esa que me sacara de la cabeza lo que traía y que aún no definía si era bueno o malo pero mejor para que arriesgar y había que espantar al diablo, cuando creí haberla encontrado (una de jack white que ni me sé pero que me gusta adivinar que sigue) ya había llegado a casa.

Dejé las llaves sobre la mesa y me senté a ver la televisión, nada. No había nada.
Me fui al baño a lavarme la cara y frente al espejo, mientras veía mi reflejo, tampoco había nada.

Llamé a Lala y le dije que me perdonara. Nunca contestó, le dejé en su teléfono un "perdón ando de malas" y colgué. El silencio en mi casa era tan grande, tan voluminoso que me ahogaba, quería ruido. Abrí la puerta del refrigerador para que se escuchara el sonido del motor, del gas frío. Por la ventana de la cocina se veían los techos de las casas de los vecinos. En mi teléfono un mensaje de texto. "Ok" decía. No respondí. No respondí nada.


 




miércoles, 8 de septiembre de 2010

Fuego a la tarde

Era un niño pero no lo olvido, tenía como unos 8 años más o menos y ese día por la tarde, ví de cerca lo que para mi, a esa edad, era el infierno.

Estabamos jugando en la calle cuando la explosión a lo lejos interrumpió lo que hacíamos. Salió mi padre sin camiseta de la casa y nos dijo a todos los niños que había explotado la refinería cercana a mi casa, eran pocos kilómetros los que nos separaban de ahí pero estabamos emocionados con la posibilidad de que la destrucción nos alcanzara, de que tuvieramos que ser evacuados como en las películas, de que las cosas fueran divertidas.

Mi casa era de un piso y no se veía bien el fuego, los árboles tampoco nos permitían ver las llamas, sólo mi madre cargando a mi hermano menor y las vecinas comentaban lo que había pasado y la información nos llegaba a los más chicos y nosotros lo transmitíamos, todos oíamos el radio en el cofre del coche del padre de un amigo. 

Uno de los vecinos, el que tenía la casa más grande de la calle nos invitó a subir al techo a ver el fuego. Atravesamos la sala de su casa, olía a viejo y la luz casi no entraba, pasamos por una de las habitaciones y vi a una señora acostada en la cama, viendo el techo de su cuarto con la mirada perdida y un tanque de oxigeno a un lado de ella. Sigo sin borrar de mi cabeza sus ojos, creo que la mirada sigue estando en mi.

Subimos al techo a ver el fuego, rompiendo el cielo con sus flamas. El papá de un vecino le señalaba las formas que decía que tomaba el fuego. Le dijo que parecía un diablo que se iba a comer la ciudad. Yo no percibía ningun diablo, para mi era el sol que se estaba deshaciendo y tocando la tierra cerca de mi casa. El fuego de la tarde, los ojos de la señora, el sol que se deshace. La inocencia del diablo en el verano.