lunes, 23 de enero de 2012

Milenio

No olvido la última noche del milenio pasado, de la misma forma que nadie olvida lo que nos pasó durante esas horas.

Estaba en la calle, buscando algo que hacer, donde pasar la noche más trascendental (al menos en cuanto a fechas) que iba a vivir hasta ese día.
Nada. No había nada.

Muy joven para ir a un bar.
Muy viejo para quedarme en casa.

Salí y busqué un taxi, no había y caminé a casa de uno de mis mejores amigos quien estaba en el porche de su casa bebiendo directamente de una botella de vino tinto que había robado de la fiesta familiar a la que fue. Un vino horrible de 76 pesos en Wal-mart.

Bebimos hasta terminar la botella, fumamos un par de lucky strikes cada quien y nos subimos a su viejo Atlantic sin dirección hidráulica. Bajamos los vidrios del coche y en el frío de la noche de Monterrey comenzamos a gritar Feliz año! a todos los caminantes que como nosotros, buscaban donde pasar la última noche del Milenio.

Nos detuvimos en la casa de un amigo que parecía tenía fiesta familiar, gritamos para que saliera, se asomó por el balcón y nos invitó a entrar.
La mayoría de su familia bailaba completamente alcoholizada, nos reímos de ellos y aprovechamos que nadie nos veía para robar de las bolsas de las tías, algunos billetes y cigarros. Nos despedimos de nuestro amigo quien nos regaló lo que quedaba de una botella de vodka

El Atlantic avanzó y nos detuvimos en una tienda, compramos cervezas y coca-colas. Le dijimos a la dependienta que cerrara y se fuera con nosotros a festejar el inicio del año. Sorprendéntemente dijo que si. No era fea ni bonita, era pues, interesante.

Nos estacionamos afuera del zoológico, no había ningún guardia cerca. Mi amigo comenzó a besar a la chica y yo me aburrí, bajé del coche y comencé a tirar piedras a los letreros de la entrada. Piedra tras piedra comprobé que no había guardias cerca. Salté la reja y entré al zoológico con la botella de vodka y un cigarro encendido. Los animales no estaban en sus jaulas, estaban encerrados en esos lugares en donde duermen y me sentí triste, decepcionado de haber llegado ahí y no poder gritarle nada a los leones. Mi amigo y la chica de la tienda entraron. Me vieron sentado en una banca observando el espacio vacío en donde deberían estar los monos. Me dijeron que nos fueramos, les dije que se largaran, que no me iría de ahí sin ver un animal.
La chica dijo que en los árboles había ardillas. Reímos.

Ellos se fueron, me quedé en el zoológico, pasé por el serpentario, nada. En el acuario, nada. Rastros del espacio que dejan los animales cuando no están. De pronto, justo al salir, en uno de los pasos peatonales del zoológico había un búfalo mirándome fijamente. Pensé que era a causa del vodka pero no. El animal me miraba, bufaba y el frío dejaba el rastro en el aire de sus exhalaciones. Se fue. Los cascos de sus patas golpeando en el adoquin fueron un premio para mí.

Me dirigí a una de las secas palmeras cerca de donde debería haber osos o al menos, algo. Le rocié vodka y le prendí fuego. La palmera encendió otra y al menos, por un instante todo el calor del mundo contrarrestó el frío. El aire olía a hierba quemada y mis manos dejaron caer al suelo el último cigarrillo de mi cajetilla.

Me alejé lentamente del zoológico escuchando al fin, los rugidos tristes de los leones, los lamentos casi humanos de los monos, los venados golpeando sus cornamentas contra sus encierros. En el cielo, el incendio del zoológico se veía más grande que cualquier fuego pirotécnico. Tomé un pequeño pato del estanque que estaba por la puerta de salida. Sonreí y lo llevé a mi casa.

El milenio inició sin animales en mi ciudad.

lunes, 9 de enero de 2012

Lena

Mírame bien porque es la última vez que me vas a ver- me amenazó Lena en la puerta de mi departamento en la calle Regina, sabía que estaba mintiendo, siempre lo hacía, era parte de una rutina no ensayada que se repetía una y otra vez, como las hojas de los calendarios con error y que siempre marcarán el 18 de julio del 2007.

Eso era ella, mi calendario con error, una sucesión de situaciones no controladas pero a la vez, predecibles. Una amenaza, un grito, un día de ira, la soledad temporal, la culpa.
Todo era predecible en ella, sus ojos, su voz cuando me decía que era tarde, mi Lena era tan Lena que había perdido el factor sorpresa cuando me amenazaba así que yo, la ignoraba.

Largas noches esperé que cambiara. Que al fin una amenaza de ella fuera real, no quiero decir con esto que deseaba que muriera y que su sangre tocara mis pantuflas azul celeste (que ella misma me regaló hacía 3 meses), pero si quería por una sola vez que las cosas no quedaran en intenciones, que si lo que me decía era cierto, lo cumpliera, que tuviera más huevos que yo y me matara ahí mismo pero no. Lena era cobarde y yo lo disfrutaba en cierta medida.

¿Qué vas a hacer cuando me vaya?- me dijo un día que acababa de regresar y justo habíamos terminado de coger en la sala que su madre nos regaló cuando cumplimos un año de vivir juntos.

Nada, seguir adelante, enamorarme de nuevo- le dije con toda la dolorosa honestidad de la que soy capaz después de coger y ella se soltó a llorar.

No llores, ¿qué querías que te dijera? ¿qué estoy perdido sin ti? ¿qué no podré volver a amar? claro que podré volver a amar no seas tonta, y tú también, de hecho sé que estás enamorada justo ahora y no es de mí. Sé que estás llorando por eso y no por mí. Lloras porque no sabes cómo decirme que te vas definitivamente y me preguntas que qué haré sin ti para saber lo que puedes llevarte de la casa. Lo sé y sabes, llévate todo. No necesito nada de ti- le dije y ella dejó de llorar.

Lena empacó esa misma noche. Mi casa estaba fría y en las paredes blancas aún estaba la marca de la fecha en que llegamos, raspada con la llave del primer coche que compartimos.

Nunca volví a enamorarme.

jueves, 5 de enero de 2012

Austral

Cargamos las culpas de otros días, de aquellos en donde robábamos chocolates de las tiendas y los escondíamos en los pantalones, devorándolos luego en el estacionamiento de la escuela, pecando. Crímenes sin víctimas. Corporativos que no recibieron 15 pesos más que el día anterior, es todo. Es nada.

Pagamos esas culpas queriendo...fingiendo ser buenos? nos anotamos en cualquier causa social buscando limpiarnos con el cloro de la aprobación pública esos pequeños delitos mientras en casa nos matamos unos a otros, nos hacemos daño, nos volvemos perros hambrientos que lastiman, que destazan.


Prefiero dormir en el desierto, desmayarme de hambre, caminar en sentido contrario, abandonarme en los regazos de otros años, mutar.

Mis culpas no las pago, las vivo. Tiendo al sufrimiento y la mentira, soy a veces un pecador consumado y otras un padre que desaprueba como van las cosas. No tengo idea de que es lo que termine pasando al final del día, sólo sé que no estaré más.