jueves, 31 de diciembre de 2009

Desorientado

Cuando avanzo por a carretera y veo la neblina que lo cubre todo, me lleno de paz. El motor del coche revolucionando el camino. Los kilómetros que dejamos atrás se convierten en metáforas instantáneas de lo pasado. De lo avanzado. De lo que no volverá.

Siempre me he sentido ligado a los caminos. Desde niño. Mi padre nos llevaba a mi familia y a mi al rancho familiar en un pueblo cercano a mi ciudad. Dos horas y media de camino por una carretera terrible. La ausencia de una buena señal de radio no nos permitía distinguir una canción completa, el pequeño y modesto coche familiar era un punto que se movía en el horizonte, 5 personas unidas por un vínculo indestructible. La familia. El camino.

No he dejado de viajar y no quiero dejar de hacerlo. Sigo en movimiento cada día y cada día dejo kilómetros detrás de mi, mi coche me lo indica, mis tenis gastados también, los recuerdos de las personas que he conocido lo confirman aún más.

Cuando viajo, me siento más vivo. Más yo. El único problema es que siento que aún no llego a mi destino, que es un destino que se mueve y se pone más lejos. Cada vez más. Y no se si es un lugar o un momento o una persona. O quizá es los tres a la vez y no me he dado cuenta y lo que es peor, quizá ya pasó y rebasé a mi destino y eso me encabrona y me desorienta y desearía tener una brujula y una libreta en donde hubiera anotado cada momento de mi vida y poder regresar al punto en el que todo comenzó a defragmentarse en miles de bifurcaciones, de caminos cerrados, de vueltas en U, de esperanzas disueltas en agua, de retazos de tiempo que caén como ceniza volcánica en mis pensamientos...pero no se puede. Porque eso no existe, porque el camino sigue y yo sigo con él, esté o no en la ruta correcta. 

Hoy sólo tengo el consuelo de que a mí, ..... ...... me gusta viajar. 


domingo, 27 de diciembre de 2009

Rustico

El titanic naufragando en mis labios, el cielo que derrama una brisa marina y el rumbo que toman los coches alejandose de la rutina de una ciudad aún con resaca.

Creo en el destino, en los momentos que perduran y se vuelven estampas de tiempos increíblemente oportunos, creo en las cosas que se acomodan y que los guiones de las películas nunca pueden igualar. Porque pasan y se quedan para siempre. Creo en los ojos que se caen de bonitos y que al mirar la taza de chai latte, recuerdan.

Siento que lo dicho puede caer ante un momento oportuno, que la sinceridad de una pregunta bien hecha no inhibe, detona. En un parque lejos de mi casa, me sentí seguro, el frío no tocaba mis manos ni las de ella, el frío se quedó en otros días, en aquellos que ya pasaron.

Consigo detener el tiempo de nuevo, al chasquido de mis dedos todo se vuelve de papel, un set a oscuras y de nuevo, repito la escena, ella siendo ella, yo siendo el mismo. Naufragando en plena Avenida Garza Sada. Naufragando sin tener miedo. 




Cambiar de tren

"El tren que separa los días que han pasado, corre veloz por las vías de los recuerdos, por los olores afrutados que la melancolía desprende".

Sentado todo el día en el sillón de una casa a oscuras, con miedo de encender la luz y arruinar la paz que vive a costa del silencio, espera. Espera callado que todo tome un nuevo giro, que vuelva ella, que vuelvan ellos, que vuelva el tiempo perdido esperando. Es como si nadaras teniendo solo un brazo, en circulos, como un perro que se persigue la cola durante horas. Esperar es perder. Perder es esperar.

El tren se fue. Con ella. Sin él.


miércoles, 23 de diciembre de 2009

Especial Navideño

Tengo en mi lugar diferentes objetos, juguetes, una toronja, hojas con briefs y mi teléfono. Tengo también una duda y un sentimiento de culpa que pensé que hoy, casi en visperas de navidad, no iba a existir en mi vida.

Y pensé cerrar este blog. Malinterpretado. Egoista. Egocéntrico. Lleno de errores de ortografía. 
Este blog que me ha servido de válvula de escape. De confesionario. De amigo. De diario de mis momentos más tristes y alegres. Pensé cerrarlo pero no lo haré.

Porque sería cerrarme a mi mismo. A mi posibilidad de decirle a todos como me siento, como me ilusiono, como recuerdo y juego con las letras y los días que pasan, como soy y como no soy también.

Y creo que decirle adiós a una parte de mi sería contraproducente. Sólo pido a quienes lo leen algunas veces, que no todo aquí es cierto, que no todo aquí me ha pasado, que no todo aquí pasará. Pero que muchas cosas sí, porque escribo de lo que conozco, de lo que siento, de lo que vivo.

Este blog seguirá abierto. Ese es el especial navideño. Los que se sientan felices por ello se los agradezco, los que no también, porque aunque no coincida, respeto.

La nieve no cae en mi ciudad hoy. Este ejercicio literario de dudosa calidad, tampoco.

Felices fiestas.








martes, 22 de diciembre de 2009

suerte

Comiendo con ella en un pequeño restaurante japonés cerca de su casa. El sol afuera y ella con lentes oscuros negros, sentada frente a mi. Sus ojos, que creo son bastante más bonitos que el promedio de los ojos de todas las personas que conozco, me miran pero no se dejan ver. Detrás de ella, en el negocio situado frente al restaurante, se lee : DIVORCIOS URGENTES. 3,900 EN  SÓLO 30 DÍAS. Suena un click en mi cabeza, una fotografía.

Esperandola a ella, tenemos 13 años y nos vemos en la casa de una amiga de los dos, sus padres no están, sale con un vestido floreado y yo la observo y es la primera vez que me doy cuenta de que tengo un corazón que se mueve por y con ellas. Tengo 13 años y toda la vida para enamorarme. La tomo de la mano y la beso mientras la amiga en común nos espía tras la cortina de la cocina y en la mesa de madera hay una jarra de limonada con hielos. Un canario agita sus alas en la jaula en cámara lenta.

Hablando con ella, ceno un sandwich de jamón y queso mientras estoy al teléfono contándole las cosas que ya le había contado en persona, mi madre me grita que cuelgue pero no la escucho, sólo la escucho a ella y cuando habla, quiza percibo a través de la bocina, el olor a chicles de mora azul, el olor de sus besos, su lengua humeda y caliente en mi boca, mis manos nerviosas en la oscuridad del cine. No cuelgo el teléfono, la llamda dura para siempre.

En la cama con ella, me besa los ojos y me dice al oído que me quiere, que la quiera siempre, rodamos por la cama, nuestra ropa en el suelo y nuevas sensaciones me recorren, me liberan, tiemblo de nervios y su cuerpo salado es un camino sinuoso. Su cuerpo desnudo sobre mi se vuelve eterno.

Leyendo un mail de ella, sonrío cuando me cuenta que el master en Madrid va mejor de lo que pensaba, leo también entre los muchos Te Quieros, que ya no volverá siendo la misma, adivino entre las letras que componen su largo correo, que se ha enamorado de un español. Tuve suerte, pensé, fue bueno dejarla antes de que todo pasara y no pudiera solucionarlo. En el cybercafé donde estaba, entra una brisa de cabellos rubios y discusiones en un taxi. .......@hotmail.com se me queda en la memoria. 

En el metro con ella, traigo bajo el brazo una edición de un libro de Pérez-Reverte y la abrazo fuerte para que no caiga, chica de la udem en metro, le digo al oido que siempre la voy a querer, lo cumplo. Ella me toma de la mano y caminamos por la estación Félix U. Gómez, bajo las escaleras sujeto de una mano que no voy a soltar, ni aunque nos separen los años, las personas, la distancia. Nuestros converse bajando por la escalera no dejan de bajar nunca.

En la oficina sin ella. Recordándola en sus muchas formas y personalidades. Colores, olores, sabores, momentos, espacios, siluetas, manos, ojos, vestidos, zapatos, voces, gritos, llantos, te quieros, noches, días, tardes, coches, sonrisas, que pasan por mis ojos como una tormenta desbordando una represa, como una estampida de bufalos que se impactan contra un muro, como un rosario interminable de silencios. Tuve suerte. Tengo suerte. Tendré suerte.

En la oficina, yo.


 

lunes, 21 de diciembre de 2009

pan con tomate

guixha... dsd barcelona says: (10:33:25 AM)
en un rato me voy a las ramblas y me acordare de ti...

Estoy seguro que ella sabe que cuando yo fui por primera vez a Las Ramblas, me acordé de ella, iba bajando en bicicleta rentada, esquivando vendedores y turistas como yo, con una sonrisa y un sol engañoso porque el aire estaba frío en mis pulmones, acababa de almorzar pan con tomate y una coca cola con hielo y lima. Traía una mochila que aún sonaba en las tiendas cuando entraba, traía una bufanda y una libreta para escribir lo que fuera pensando, mi cámara digital y mi cerebro lo grababan todo.

Y pensé en ella antes de entrar en una exposición fotográfica de la India, y pensé en ella cuando le dí un euro a un inmigrante africano, y pensé en ella cuando en el mercado me senté a tomarme una cerveza. 

Ella estaba en mi ciudad (porque es mia nada más) alistándose para irse a vivir una aventura que nos iba a tener, justo un lunes 21 de diciembre del 2009, con los papeles invertidos, ella en barcelona, yo en su ciudad (porque es suya nada más). Ella en Barcelona pensando en mi. Yo pensando en mi pensando en ella en Barcelona. 

Mi lunes se llena de recuerdos, nostalgia y ganas de verla a los ojos. Mi lunes (porque es mio nada más) se vuelve infinito.

domingo, 20 de diciembre de 2009

chipirones

Pasaba por los pasillos de un supermercado, viendo las latas, los anaqueles llenos de especias distintas, los pasillos llenos de especies distintas.

Y no dejaba de pensar en fechas de caducidad, en el tiempo que tardaron todas las cosas para llegar aquí, a mis manos que juzgan cual verdura sirve y cual no, cual costo es indicado y cual no, cual oferta es perfecta y cual no. 

Salgo de ahí escuchando aún en mis oídos el zumbido de la luz neón, de la luz congelada que desnuda las imperfecciones de todos, que nos vuelve más humanos, expuestos ante los demás sin nada más que lo que somos.

Salgo de ahí y te busco.

Y te escucho y te cuento lo que soy y lo que fui y me río y me confundes y me doy cuenta de que no podré hablarte de amor porque te quiero mucho para eso. Y me divierto con eso. Y te ríes y me da risa tu risa y bajo la luz de la puerta de entrada de tu casa pienso que mi camiseta de Itchi and Scratchy me irá bien el jueves.

Y te digo adiós. Oye... volteas y te digo nada. Subo al coche y a casa.


viernes, 18 de diciembre de 2009

Baratija

La vida a medias.

Cuando salgo de casa y no veo al señor que afila los cuchillos en la esquina, cuando al pasar por la carnicería el olor a sangre y frío no me envuelve, cuando al caminar por la escuela no percibo el tabaco y el miedo en el aire, en esos días, a veces siento que vivo a medias.

Que estoy incompleto. Que no formo parte del ecosistema agresivo para el cual fui creado. Que el ayer, el hoy y el mañana no tienen una continuidad ni una razón de. Es ahí cuando me siento solo. Un ave que sobrevuela la colina más alta, hasta que las alas se congelan y cae y se estampa contra un risco y se parte en pequeños fragmentos de carne salada.

Vivo la vida a medias porque aún sueño contigo, en tus tenis morados, en el compás que dibujaban tus piernas abiertas en mi cuarto oscuro. En la sensación de tus manos sobre mis ojos. Vivo a medias y despierto presa de un ataque de tos en las mañanas. Dejé el cigarro pero no la idea y el recuerdo.

Espero que el día se me complete, que algo rompa la monotonía y me dibuje una ligera sonrisa. Que me tope hoy de frente a mi destino.






lunes, 14 de diciembre de 2009

sugar town

Llegaba  a la oficina aún con la voz de ella cantando "Sugar Town" girando en su cabeza. Tenía ganas de inhalar los sobres de Splenda como si fuera coca y endulzarse la nariz por dentro. No lo hizo. Le daba un poco de miedo lo que la fenilalanina podía provocarle.

Se sirvió un café y se dispuso a trabajar, revisar papeles y sellarlos, firmar algunos, señalar con un marcatextos los errores, ver por la ventana el mundo. Otro día más tirado. Otro día en donde los sueños se le iban como piedras cayendo por un acantilado.

Tenía que hacer una llamada pero no recordaba el número, marcó una vez, no era, dos veces, ocupado, tres veces, colgó.

Tomó el marcatextos y dibujo sobre la ventana de su cubiculo un sol. Cuando regresó al día siguiente el sol había crecido y su color cambiado. Dos días después era una bola de fuego incandescente, flotando en su cubiculo. No podía dejar de mirarlo, sus retinas se quemaron y lo último que alcanzó a ver fue un post it con el teléfono que no había encontrado antes. Típico. 

Amargo. Sin azúcar en la nariz. Sin "Sugar Town" en su cabeza. Sin sueños. Sin Sol.


viernes, 11 de diciembre de 2009

El vivir

Una vez me fuí de misiones con uno de mis mejores amigos en el mundo. Dos chavos de la UNI en las misiones católicas del TEC. Morenitos pues. 

Lo hicimos por lo que obviamente siempre ha sido nuestro motor. Las mujeres. Ambos tenemos el corazón inmenso y somos de fácil enamoramiento. Si una chica linda nos sonríe valió madre. Ambos caemos prendados y hemos llegado algunas veces a discutir por sus cariños, pero al final, cuando ninguno de las dos lo logra, volvemos a ser lo que siempre seremos. Amigos de toda la vida. 

Hoy que hace un frío maligno aquí en mi ciudad y que él está en un lugar aún más lejano y frío como lo es Toronto, recuerdo ese viaje. 

No la misión. EL VIAJE. Ambos, par de idiotas, decidimos que la ciudad de Mazatlán estaba mucho muy cerca de El Salto, Durango, y tomamos nuestras cosas, nos dimos un abrazo llenos de polvo y dijimos. Vamos.

Tomamos un raid en un camión de mudanzas en el cual casi morimos del susto, dos veces estuvo a punto de desbarrancarse en el Espinazo del Diablo, yo dormía, el rezaba, yo rezaba, el dormía. Llegamos a Mazatlán ya de noche y no teníamos donde quedarnos. No conocíamos a nadie y sólo teníamos 200 pesos para toda la vida. 

Cenamos cacahuates viejos y galletas aplastadas. Dormimos en el suelo y al despertar, a las 6 am, cuando empezaba a amanecer. Dejamos las cosas y nos fuimos corriendo a la playa. Ambos teníamos 18 años. Corrimos y respiramos la sal que corre por las calles, vimos las palmeras moverse con el viento y el sol aparecer frente a nuestros ojos. Nos detuvimos en seco. Eran las 6:03 de la mañana de un sábado en Mazatlán. Lo vimos una vez más pero siempre parece que es la primera. El mar.

Dos niños corriendo al agua, quitandonos la camiseta y en jeans entrando al frío del agua. Todo para mi era una película, todo para mi era tan perfecto como la ficción. El agua salada y la arena aún fresca. Una señora que pasaba corriendo y para quien el mar y nuestra aventura le eran indiferentes, nos hizo el favor de tomarnos una foto. La posteridad de una de mis mejores mañanas. 

Esa tarde tomabamos cerveza Pacífico con arena y fumabamos Delicados húmedos. Bajo el sol de Mazatlán. Lejos de casa. Lejos de mis 27 años en un frío Monterrey. Lejos de Toronto en invierno. 

Hoy quise sentirme de 18 años, al menos en este blog.

martes, 8 de diciembre de 2009

Gel

Comienzo el día con las manos llenas de gel sanitizante, el olor me produce sensaciones inexplicables. Abro la ventana y respiro el aire frío. Me lleno los pulmones de nieve y soplo sobre mis manos, se congelan, el frío que limpia, pienso.

Nunca he sabido atarme bien las agujetas, ni leer los relojes de manecillas, ni leer los ojos de las mujeres, dislexias pequeñas, pienso.

Camino por el filo de la acera, como cuando niño. Nunca saludo a la gente que me saluda con un gesto, solo los ignoro, me gusta que se lleven en la mente mi maleducadez y después, si muero antes que ellos, mientan y digan que siempre fui el tipo más amable, el más cálido, un ángel. Mamadas, pienso.

Compro un té de hierbas que me cuesta demasiado, lo disfruto y me siento sobre las bancas de madera de la cefetería transnacional. Escucho a los estudiantes de medicina hablar de disecciones, de cuerpos, de borracheras, de putas. Juventud, pienso.

Vuelvo a casa y me envuelvo en las cobijas, he decidido no volver a trabajar nunca más. Que venga el banco y me quite los muebles, que venga mi casera y me saque a golpes, que vengan de casa y me quiten el coche, la dignidad y lo que tengo, menos la sonrisa. Sueños, pienso.






Ella pierde una calceta

Leo a Haruki Murakami antes de dormir.

He iniciado el libro que más he deseado en mucho tiempo y al cual, le puse una clausula. No lo compraría, tenían que regalarmelo. Porque como regalo funciona en niveles aún mejores, en aquellos en donde el aprecio interviene. Y aquí me tienes, leyendo "Crónica del pájaro que da cuerda al mundo". Genialidad. 

De él he leído ya algunos, cada uno mejor que el otro. Espero que cuando llegue a México "IQ84", sea aún mejor que éste que leo ahora y que en la página 6 ya me ha hecho sonreír porque este tipo está loco, de amor, de soledad, loco de gatos y de palabras, una enfermedad que me gustaría tener. Encontrar la magia en lo común, la belleza de la soledad y el tiempo justo para decirlo, la entonación adecuada, el sonido stereo del mundo, de japón, su japón, mi japón.

No se si clasificarlo como Realismo Mágico, pero sin animos de ofender...Gabriel García Marquez se la pela. Es verdad. Para mi al menos. Porque las palabras fluyen como un liquido viscoso que me va invadiendo la cabeza y que no para hasta el momento en el cual, cansado de los ojos, cierro el libro, y cada que lo cierro, soy una mejor persona. Porque tengo en mis manos, magia. 

Cortázar y Murakami. No se si influencias, pero si al menos, gustos, placeres. Ambos que se caen de amor por las mujeres, por los gatos, por ser ellos mismos, por ser.

Carajo que buen libro, me gustaría en estos momentos que este blog fuera conocido, así más gente podría enterarse de que en el mundo hay un viejo japonés enfermo de su jodida cabeza que nos hace o me hace, sonreír.

Como Marisol cuando me toca con su fuerza increíblemente débil y que a  la vez, me desarma. Como Brenda que hoy puso que cada noche pierde una calceta. Como el té zen de la mañana. Como ella que aún tengo sus pasadores en mi coche. Como manejar escuchando el soundtrack de 500 days of summer. Como la que está en España. Como la que escribe en Guadalajara. Como mis lentes limpios. Como mi mente igual.

Lo que es tener un buen libro en las manos.

lunes, 7 de diciembre de 2009

de frío

Mi madre pasa por una rotonda que está en Ciudad Benito Juarez, un municipio neoleonés que colinda con Ciudad Guadalupe, lugar en donde he vivído la mayoría de los años de mi vida, todos los días casi a las 1230 del mediodía. Ella es directora de una escuela secundaria, la mejor directora del mundo. Es la mujer que amo, a ella y a mi hermana.

Pasa por ahí a esa hora, menos el viernes pasado. Dios que es grande y de quien he dudado muchas noches cuando me rompen el corazón o cuando mi estado de animo es una mierda, hizo que ella diera la salida temprano a los alumnos, el frío fue el motivo. 

Mi madre estaba en casa de mi familia a las 1230 del mediodía de ese viernes. Justo a la hora en la que en la rotonda de Ciudad Benito Juarez, en donde dicho sea de paso, está una estatua de este increíble ser humano, orgullosamente mexicano, empezó una masacre. Si, el norte es tierra caliente, de hombres rudos que traen camionetas y pistolas y se enfrenten sin temor a matar ni a morir contra aquellos que piensen diferente y que les limiten su capacidad de vender drogas, narcos pues.

16 muertos. 15 sicarios, 1 civil. Una señora llamada Sonia, casi de la edad de mi madre. La señora esperaba que cambiara el semaforo, iba a mcallen con sus hijos. Ya no llegó. Su hija cumplía 12 años ese día. Le regalaron una bala en la cabeza que la tiene en estado de coma. Lo último que la señora dijo fue, agachense, rezó y después ya no.

Pudo haber sido mi madre. Mi vida hubiera cambiado para siempre. A la hora en la cual la señora había dejado de existir, yo comía con mi familia y mi madre me miraba a los ojos y me daba besos en la cabeza para que se me quitara un dolor que traía producto del stress de la agencia. 

Leí hace poco en el blog de Marco Colín, genial publicista mexicano, un texto que decía "Pinches Mariguanos", en dicho texto, más que meterse con los criminales, se metía con el consumidor. Tiene toda la puta razón.

Es culpable para mí, el amigo buen pedo que fuma mota. El adulto joven que la fuma después de un día de trabajo. El huasteco atrapado en el pasado que la fuma por la nostalgia de aquellos tiempos en los que se le paraba y ahora no. La chica fresa buena onda que sale con el chico cool que fuma mota. Incluso yo. La he fumado. No mucho, no soy asiduo consumidor, creo la he probado tres veces, nunca la he comprado, nunca he dado un peso. No lo haré. Porque todos, en menor medida, matamos a Sonia y quizá, hubiera matado a mi madre de no ser porque hacía un frío del carajo y ella, tan buena, dió la salida.

Mi vida hubiera cambiado.
Mi vida cambió.


viernes, 4 de diciembre de 2009

almibar

Uy está hasta arriba¡¡¡

La chica de la mercería del pueblo era la más guapa, un rayo de luz y de esperanza, la prueba fehaciente de que la naturaleza cuando da, da y bien.

Chilo siempre la quiso, al principio siendo niños, con la ternura con la que se quiere a la mejor amiga, a la que se le guarda el lugar en el camión escolar, a la que se le acompaña a casa y se le regala la última galleta de avena y miel. El tazo más preciado, ese, el díficil de Taz con gorra para atrás.

En la adolescencia, con el calor que provocaba en él cuando la tomaba por la cintura al bailar, esas cosquillas del infierno y la consecuente elevación de lo que no debe elevarse en público. Pero la quería bien, como quien quiere soñar que puede ver el sol a los ojos y no se quema.

Siempre el sueño de Zulema y su piel blanca, en un pueblo de morenos como Chilo, ella era la guerita de la clase, la reina de la primavera que lleva un lazo en la cabeza y como regalo se da a los alumnos para que la admiren cuando camina y rompe en dos las filas del ejército de púberes que pululan siempre con la esperanza de que ella alguna vez los mire.

Chilo lo sabía y por eso fue su fiel compañero, su amigo más cercano, el confidente de secretos íntimos y privadísimos, el pendejo que no saldría de amigo. Chilo lo entendía y tomaba su papel con la dignidad con la que puede hacerlo el rival que va perdiendo 8 a 0 en el primer tiempo. Chilo mira el suelo donde las hormigas lo comprenden en sus sueños de hormiga.

Chilo sigue con la mirada el rastro que las hormigas van dejando por el estante viejo en donde guardan las conservas de la mercería de Doña Zule, la madre soltera de Zulema, las hormigas le hablan y le dicen "siguenos Chilo, sabemos lo que quieres, tú no hagas pedo" y él, con la mirada sigue que las sigue y en eso, las piernas de Zulema arriba de una pequeña escalera, buscando en los estantes del medio un frasco de cerezas en almibar que la mamá de Chilo le mandó traer. En eso Zulema sube sus piernas un escalón más arriba y Chilo pudo por fin ver el sol. El sol de la semidesnudez de Zulema, el secreto oculto de su falda con dobleces. Ningún almibar le iba a saber también como lo que sus ojos acababan de probar. 

Por esas cosas, Chilo decía..."bueno pues, mejor esto que nada". Pequeñas batallas que nunca lo llevaban a nada, pero que al menos, por ese día, le daban la confianza de que no había sido un día más tirado a la basura. A la basura del anonimato que brinda la confianza de la falsa máscara que los hombres tímidos como él, se crean. Esa máscara que le dicen "el mejor amigo".


martes, 1 de diciembre de 2009

las mandarinas

Dulce como el jugo que resbala por sus mejillas al morder la mandarina ya pelada. Así de dulce es lo que me dice cuando nos sentamos en el porche a ver como los fierros del coche viejo del vecino, se oxidan todos los días.

La escucho y sonrío y en ese momento, una vaca entra a cuadro caminando lentamente y de su piel azul, vibraciones del sonido de sus pasos mueven el pasto mal cortado en el cual descansan nuestros pies.

Todos los campos verdes del mundo caben en sus ojos y de ellos soy partícipe, soy rutinaria presencia en esa puesta en escena que es La Vida de Ambos. Es ella quien me llena las sonrisas y la paz de sus dientes blancos, me catapulta en sueños de té de tila.

Caminar de su mano. Sostenerla y mirarla mientras me catafixia sus ojos por los míos. Esos son los días en los cuales, reconozco que hay alguien arriba. Alguien inteligente al hacerla, un tonto al darmela. Los días en los cuales ella vuelve con su esposo, esos días de realidad difícil, de tequila reposado, de caminos de guanajuato, ese día los maldigo a ambos.

Me robaron. Eso dije al darme cuenta de que había llegado demasiado tarde. Otra vez.