lunes, 30 de septiembre de 2013

De los olores

Tengo la cabeza llena de momentos prisioneros, que salen a pasear de vez en cuando al detectar, en sus radares invisibles pero no por eso equivocados, un olor que detona una sensación, partículas cambiantes que construyen situaciones completas en base a mezclas de savia, naranja, canela, musgo o chocolate. Perfumes que por una parte, me remiten a sexo, a encuentros húmedos, pasajeros, a casas vacías y estacionamientos públicos, a cuellos que besar, a labios que morder, a ojos que inundar de lágrimas de despedidas para siempre. Olores de comida que me llevan rápido en la caja de una pick-up al rancho, al mezquite quemándose, a la cebolla y el chile que se queman como el día, como los días de veranos de 40 grados o más, como las alas de las libélulas atrapadas en el río más cercano. Olores de amaneceres frescos, de polvo de viajes, de abrazos que no se dieron y no se darán. De azoteas llenas de botellas vacías, de sol y lluvias. El olor de las personas que quieres. El olor que dejan los que se van.