martes, 27 de abril de 2010

nubes de gel

El camino a Concepción del Oro, territorio que es justo la mitad entre Saltillo y Zacatecas, está lleno de líbelulas de gelatina multicolor, nadie lo sabe porque nunca nadie, a circulado por ese lugar, por ese mítico kilómetro 267 a las 3:29 de la tarde.

El calor era insoportable, aún lo recuerdo, podías freír un huevo de avestruz en la palma de mi mano y el huevo se volvería un mapa mundi que te daría la solución y la ubicación exacta del arca de Noe, que como todos sabemos, está en algun lugar oculto entre Mazatlán y El Salto Durango, no es para nada una coincidencia que ahí esté esa carretera que ahora conocemos como El Espinazo del Diablo, se creo hace miles de años por el surco que el Arca de Noe dejó en esas antes inhóspitas regiones.

Pero volvamos a las libelulas de gelatina, iba yo manejando mi moto por la carretera y en la abertura que dejaba mi casco, el cual siempre trae la firma y un dibujo de los ojos de mi madre, penetró una libelula que se me metió en la boca, pensé en escupirla pero el sabor era impresionantemente bueno y no me quedó más remedio que disfrutarla y en eso estaba cuando una nube gigante de libelulas me envolvió de pies a cabeza, me quité rápidamente el casco y los guantes llenos de arena naranja de la carretera y me puse a acabar con esos terribles/deliciosos insectos.

Justo cuando estaba más entretenido porque tenía más de 23 horas continuas en moto y casi sin comer, fue cuando lo vi a la distancia, tomando vuelo, era el toro más imponente que había visto en mi vida y sobre el toro, la mujer más hermosa que alguna vez haya podido ver, ni en las revistas de las terminales de autobuses había visto una mujer así. Me sentí por un momento en una portada de disco de Metal de los 80´s de esos donde las mujeres semidesnudad blanden espadas de las cuales salen rayos. 

Y ella me miró.

Una última libelula multicolor intentaba salir de mi boca, aleteaba desesperada y la dejé salir.
Mi moto sobre el acotamiento de la carretera era un cadaver lleno de sol. Yo sin casco enmedio de la carretera era un cadaver lleno de sol. Ella y el toro eran el sol.

Levanté la mano a manera de saludo y ella se inclinó sobre la cabeza del toro y le dijo algo al oido, el toro se dió media vuelta y con ella, se fueron para siempre.

Las libelulas de gelatina multicolor de la carretera, a la altura de  Concepción del Oro existen, como existió ella y el toro. Es sólo cuestión de saber esperar el momento y de tener paciencia y suerte.

Me fui conduciendo la moto. Dos cadaveres llenos de sol que avanzaban sin miedo.



martes, 20 de abril de 2010

ODIO

El texto que estaba escribiendo antes que este, estaba bien chingón, iba apenas a la mitad pero tenía la pasión de una historia de Cormac Mcarthy, así con silencios bien estructurados, con imágenes contemplativas con frases como "Para él, el día que acababa se volvía un cadaver en la noche, un cadaver que impregnaba de sal el ambiente"

Un texto así de esos que se ven una vez cada pinches 4 años (como el mundial), ahora no sabré ni ustedes sabrán que es lo que le pasó a Daniel, el personaje que esperaba que llegara una avioneta enmedio del monte y quien, al escuchar unos pasos en la hierba se refugió detrás de una piedra y apuntaba a la noche.

Chingado que coraje, era la onda la historia y ahora está perdida para siempre. 

Descanse en paz "En el monte", descanse en paz "Daniel".


martes, 6 de abril de 2010

Cuando no se tiene nada

Sentado frente al mar grité tu nombre dos veces y maldije el día en que te conocí, el día en que caímos en esta tormenta que se llamó: "nuestra relación".

Porque cuando ya no se tiene nada, ni el polvo, ni las cenizas, el vacío que queda en los huecos de los troncos de los árboles, no son, ni serán el refugio indicado para esconder este corazón que ya no sé que hacer con él.

Cuando no se tiene nada, los momentos son fotografías en sepia, fotografías que por más que las juntes unas con otras, no llegan nunca a formar ese collage perfecto, esa sincronía, esa película con un final feliz.

Cuando no se tiene nada, una gota es un arroyo, un suspiro es un arrullo y a cualquier barbón lo confundes con Jesús y le rezas.

Cuando no se tiene nada ya ni llorar es bueno.