Porque cuando ya no se tiene nada, ni el polvo, ni las cenizas, el vacío que queda en los huecos de los troncos de los árboles, no son, ni serán el refugio indicado para esconder este corazón que ya no sé que hacer con él.
Cuando no se tiene nada, los momentos son fotografías en sepia, fotografías que por más que las juntes unas con otras, no llegan nunca a formar ese collage perfecto, esa sincronía, esa película con un final feliz.
Cuando no se tiene nada, una gota es un arroyo, un suspiro es un arrullo y a cualquier barbón lo confundes con Jesús y le rezas.
Cuando no se tiene nada ya ni llorar es bueno.
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