martes, 30 de diciembre de 2014
Dejarlo todo
Constantemente abandono todo, lo empaco, lo cubro con plástico con una de esas máquinas con las que se cubren las maletas en los aeropuertos, lo subo a la cajuela de mi auto y manejo una hora en la montaña, hasta el sitio exacto en el que lo abandono todo.
Cada vez son más las cajas que me esperan allá, unas llevan amigos nuevos, amigos de ocasión, flirteos en la fila del supermercado, noches de tragos en 5 bares por el precio de uno, juntas en corporativos transnacionales, potenciales premios por ganar, ascensos detenidos, nuevas calles, ojos, cientos de ojos nuevos que me miran 24/7.
Es raro ser conocido como el que abandona todo, pero siempre me he visto a mi mismo como un gitano, un hombre sin un ancla amarrada a los pies y no crean que no me da miedo repetir el paso de la muerte en la cuerda floja de lo inesperado, soy el primer asustado, pero nada da más miedo que conformarse, el fantasma de conformarse y esperar que nada cambie.
Quizá me vuelva a ir y yo ni sé.
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