jueves, 9 de diciembre de 2010

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Mis días mejores son aquellos en donde nada pasa, son en los que el tiempo existe como una gelatina que nos atrapa y nos engulle y nos deja estar dentro de ella, alimentados, cálidos, eternos.

Los días mejores son los que nos regalan alas, los que nos desatan amarres, los que nos filtran palabras de aliento por los poros de las horas y que al escucharlas caemos como presas fáciles de lo positivo.

Los mejores días son los que nos alimentan los miedos, los que funden la soledad con el dolor, los de la amargura, los de caminos sin salida.

Los mejores días son iguales a los peores.


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