miércoles, 22 de diciembre de 2010

Colirio.

Hablaban de colirio para los ojos y nunca entendí de que se trataba.

Años después seguía sin entender esa palabra y no quise buscarla, no sé, me gustaba tener aún cosas que ir descubriendo con el tiempo, cosas que se elevaran en mi cabeza al momento de que aparecieran y bam! ahí estaba la respuesta.

Ella no lo sabe pero yo sí, en todo este tiempo, cuando he caminado a su lado, vuelo un poco, voy con los pies despegados del suelo pero ella no lo ve, porque me agarra fuerte de la mano y evita que como globo, me eleve hasta la estratosfera y estalle en mil pedazos de mi que al caer serían la desagradable sorpresa de los demás paseantes.

Me imagino con ella en una banca en un parque de NY, ambos, cansados de pasear todo el día, observamos a la gente y hacemos chistes sobre ellos que nadie entiende. Entonces ella comienza a elevarse y se pierde en el sol y yo recibo su luz que se ha mezclado con el aire y me envuelve en un halo de piedras preciosas doradas, en un polvo que se me mete por la nariz y me impide respirar y me seco como yeska en verano en la sierra y ardo.

Todo es posible mientras las mantarayas sigan desmadrando aún el mar, todo es posible mientras puedan existir los cambios de ritmo en el futbol, todo es posible mientras aún tenga diez minutos más, diez minutos para decir en papel electrónico que todo es posible.

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