No se puede, no puedes incendiar el frío-Le dije mientras sonreía burlonamente.
Si no crees que se pueda menos podrás hacerlo, anda, alcánzame los cerillos y la gasolina- Ella intentaba a toda costa safarse de mí, yo intentaba a toda costa impedir un accidente.
Me pidió que lanzara el primer chorro de gasolina al aire, lo hice y ella con los cerillos intentaba incendiar la estela que dejaba el líquido, la trayectoria que dibujaba en el aire la gasolina. Intentos infructuosos de un incendio idiota.
De repente, el aire comenzó a incendiarse a nuestro alrededor, ella se acercó a mí y me besó en los labios, eramos un remolino de fuego en el centro de la habitación, afuera llovía, nosotros nunca nos enteramos. El aire incendiado. Los cerillos tirados. La lluvia que no nos tocaba.
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