martes, 3 de julio de 2012

De los pendientes

La revolución no se televisará, se twitteará y pasará de mano en mano a través de teléfonos celulares y callará todas las bocas que tenga que callar y los dedos y las voces serán las balas de los que odiamos la violencia y de los que no queremos que todo explote y que el olor de la polvora quemada nos impregne la ropa como perfume de Paco Rabanne y nos de alergia y nos haga llorar con la sola idea de que las tumbas clandestinas llenen los campos y el trigo y el maíz crezcan con sangre y el sabor del óxido y el adn nos convierta en hombres que comen hombres y terminemos todos con hemofília y nos desangremos en un río interminable de heridas que no cerraron ni cerrarán. Tengo miedo de que pase lo que tenga que pasar y al final no pase nada y la apatía me convierta en mi padre sentado en su sillón. Y las canas me llenen los ojos y me hagan la voz inaudible y nadie me escuche gritar. No quiero que pase la revolución por mi casa y no me encuentre ahí y no me pueda unir como fila de conga en boda, quiero que la revolución me lleve aunque no me pueda mover.

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