Abro los ojos, primero el izquierdo, el cual vigila que los fantasmas de mis sueños se quedén ahí, y no salgan a sentarse al pie de mi cama.
Después el derecho, el cual mira el horizonte que dibujan mis piernas sobre las sabanas de mi cama. Y después me enderezo y reviso el celular, buscando una llamada perdida, un mensaje nuevo, un cambio en el curso de las horas y que de repente vuelvan hacia atrás, hacia el pasado, hacia el momento en el cual me sentí pleno, completo, tocado por Dios.
Me pongo de pie y nunca pienso en lo valioso que es hacerlo, ponerse de pie, mantenerse de pie, caminar hacia el futuro, hacia las esperanzas, hacia las emociones que no he vivido, hacia el próximo momento en donde me sienta, pleno, completo, tocado por Dios.