miércoles, 1 de junio de 2011

El rastro de Dios

Si tuviera que elegir un camino, creo que sería el más difícil siempre- el Conferencista cerró así su charla y la gente le aplaudía a rabiar.

Bajó del escenario y caminó al lobby del hotel 5 estrellas en donde había dictado la conferencia titulada: "Caminos de luz: Yo he hablado con Dios" y mientras repartía tarjetas de presentación que los empresarios se disputaban como si fueran boletos de lotería premiados, se le acercó una mujer, 40 años, guapa, discreta, le dijo algo al oído y se fue.

El Conferencista terminó de firmar los libros que su agente había llevado para vender. La parte más nefasta de su día, pensaba. Subió a su habitación y en la puerta lo esperaba la mujer, sentada fumaba un cigarro y mantenía los ojos cerrados. El Conferencista no pudo ocultar la erección que empezaba a formarse en su pantalón.

Abrió la puerta y sin decir nada, la chica entró antes que él y se dirigió al cuarto de baño. El Conferencista colgó meticulosamente su saco en el closet y se aflojó la corbata roja.
La mujer salió del baño, para sorpresa del Conferencista, seguía con su ropa puesta. Él se acercó a ella y la tomó por la cintura, ella lo dejó acercarse y le dijo al oído algo que lo hizo retroceder.

No te creo, no puede ser
Querías una prueba de Dios, vine a verte.
Dios no existe.
¿Por qué has vivido de decir que si?
¿Por qué no decirlo? no he matado a nadie.
Entiendo.

La mujer se fue del cuarto.

Al bajar, el conferencista había perdido la voz. Nadie lo reconocía. Su cara era diferente. No estaba él en los libros que vendía su agente. Era otra persona.

La mujer lo observaba desde una esquina. El conferencista intentó acercarse pero no pudo. La seguridad del hotel lo escoltó a la puerta. No tenía nada de nuevo. No era nadie de nuevo.

Juró vengarse.

Empezó una empresa de productos anti-Dios. Repelentes en aerosol de Dios. Collares de ajos anti-Dios. Comerciales de tv anti-Dios.

Se volvió aún más poderoso que antes. Ahora daba conferencias anti-Dios y los empresarios se disputaban sus tarjetas como boletos de lotería premiados.

Buscaba a la mujer en cada hotel. Nunca apareció.

Dios existe, pensó.



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