martes, 30 de diciembre de 2014
Dejarlo todo
Constantemente abandono todo, lo empaco, lo cubro con plástico con una de esas máquinas con las que se cubren las maletas en los aeropuertos, lo subo a la cajuela de mi auto y manejo una hora en la montaña, hasta el sitio exacto en el que lo abandono todo.
Cada vez son más las cajas que me esperan allá, unas llevan amigos nuevos, amigos de ocasión, flirteos en la fila del supermercado, noches de tragos en 5 bares por el precio de uno, juntas en corporativos transnacionales, potenciales premios por ganar, ascensos detenidos, nuevas calles, ojos, cientos de ojos nuevos que me miran 24/7.
Es raro ser conocido como el que abandona todo, pero siempre me he visto a mi mismo como un gitano, un hombre sin un ancla amarrada a los pies y no crean que no me da miedo repetir el paso de la muerte en la cuerda floja de lo inesperado, soy el primer asustado, pero nada da más miedo que conformarse, el fantasma de conformarse y esperar que nada cambie.
Quizá me vuelva a ir y yo ni sé.
viernes, 26 de diciembre de 2014
Testigo
Ayer llegué a una tienda y acababan de asaltarla, el dependiente, nervioso, llamaba a una patrulla mientras en el suelo un tipo con el rostro lleno de sangre y un hueco del tamaño de una moneda de diez pesos, se mantenía inerte.
Rocío de sangre sobre las bolsas de papas fritas, como si un pequeño aspersor hubiera regado todo, tenue, casi imperceptible pero presente.
En la pantalla de la tienda mi reflejo, la pistola del dependiente seguía caliente. El ruido de la máquina de café anunciaba que estaba listo para beberse. Caliente. El suelo lleno de sangre. La mano derecha del asaltante seguía tapada con un trapo y formaba una escuadra con los dedos.
Salí de la tienda y regresé a la fiesta, les dije que estaba cerrada y no había podido comprar nada.
Nadie dijo nada y nos conformamos con seguir bebiendo whisky sin hielos.
Al fondo, una sirena.
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