martes, 4 de agosto de 2009

los agostos

Dile que paré al viento, detenlo con las manos y con ellas dibujame en el cielo un mar azul que en 3 minutos se convierta en un infierno, como el cielo de monclova.

Deberías hacer lo imposible por tratar de tenerme en vez de ser yo el que siempre luche, el que nunca acepte el no, el que no deja de bracear aunque la orilla cada vez se vea más lejana. Deberías ser tú la que se interponga entre las balas si es que me disparan, la que defienda mi nombre, la que me despierte con un beso, la que me diga al oído que no es un sueño.

Deberías ser tú porque yo ya no puedo.

Los agostos se llevaron lo que me quedaba en los ojos y me dejaron para siempre, esta nostalgia de ti que no se acaba ni con el recuerdo más preciado que escondo en una cantimplora y que bebo a sorbos lentos cuando me pierdo en el desierto de la desesperanza y de los sueños rotos, rotos como cristales, como sapos de cerámica, como mariposas de ambar que revolotean sin llegar a ninguna parte. Como yo.



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