En el baño del exclusivo restaurante japonés donde me encontraba comiendo con amigos que aparentaban más de lo que eran y por eso yo los quería más, porque me gusta querer a la gente mentirosa, la gente honesta algunas veces me estresa, me obliga a mi mismo a ser honesto y en la mentira de los que aparentan, me refugio, me escondo y no soy yo mismo y me encanta no ser yo mismo, porque cuando no soy yo mismo puedo ser quien quiera.
Intentaba quitarme la mancha de soya cuando me ví al espejo y me dije..."como he cambiado cabron", eso pensé que me dije a mi mismo pero no, fue la voz del que estaba al lado mio en los lavabos que se refería a si mismo, sorprendido por la impresion de escuchar que mi voz interior no era mi voz exterior pero dandome cuenta de que no había sido yo el de la frase, le dirigí la mirada al tipo y él, sonriendome, me dijo hola.
Instintivamente pensé decirle "no soy gay", porque creo firmemente que los hombres no se saludan en el baño, no se cruzan miradas en el baño y mucho menos, las miradas que él me dirigía.
Salí del baño apresuradamente y lo que ví me dejó sin habla, sin aliento, sin no se qué me dejó pero debió de ser algo muy impresionante porque el único mesero que quedaba se me acercó y me sirvió una coca cola en un vaso y yo temblando comencé a llorar y no entendía nada como hoy no entiendo que carajos paso esa noche, la noche de la mancha de soya, del saludo en el baño, del mesero de la coca cola.
Me senté en el suelo de lo que quedaba del exclusivo restaurante japonés y me percaté de que todo estaba lleno de manchas de soya gigantescas que absorbian las mesas y la gente que me acompañaba, mis amigos mentirosos, se ahogaban en salsa oscura y el tipo que ví en el baño caminaba extremadamente lento y no llegaba a ninguna parte y yo, en el suelo, quise con todas mis fuerzas despertar.
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