miércoles, 17 de diciembre de 2008

cloro

 Salí de casa y en el  espejo de agua que dibuja la alberca del patio,  lo ví boca arriba. Me impactó, debo de decirlo, verlo ahí, inmovil, estático, frío por el rocio de la mañana, ajeno y cercano a mi.

Acerqué una silla del jardín y me senté a verlo. Encendí un Lucky Strike y me perdí en sus ojos que intentaban encontrar una respuesta a la situación en la cual se encontraba. 
El frío de la mañana me recordaba que yo era quien estaba vivo y no él. Que infortunio, que desgracia tan grande, que ruleta rusa que es esta vida que se ríe de mi y me dice que justo el día en el cual me doy cuenta de la existencia de Dios, es porque un angel está muerto, flotando de espaldas, en la alberca de mi patio.

No estaba asustado en verdad, a pesar de lo extraña de la situación y de lo escandaloso que sería el titular del periodico del día siguiente (ENCUENTRAN ANGEL MUERTO.  diputados aprueban tala de bosque), no estaba asustado, ni confundido. Sólo preocupado...como podré decirle a la autoridad que no fui yo el que asesinó cobardemente a ese pobre angel de Dios? como sacar el cuerpo de mi patio antes de que llegue el tipo que limpia el jardín y quien sin duda es un ferviente partidario de Dios, la virgen y los santos? 

Me quité el saco y me metí a la alberca, lo tomé en mis brazos y me dí cuenta de que no pesaba nada, era ligero, como supongo deben de serlo para poder volar, enjuiciar y todo lo que sea que hagan los que se dedican a ser angeles. Lo puse en el cesped que rodea la alberca y extendí sus alas, en sus alas estaba anotado mi nombre y mi teléfono, (el de mi casa porque el celular nadie lo tiene) y no pude evitar pensar que quiza era mi angel de la guarda, ese que se supone todos tenemos, quizá venía a informarme de algo y se estrelló cual Learjet 45 en Lomas de Chapultepec, o quizá sobrecargue la capacidad de pecados que tenía y eso le provocó un infarto fulminante y zaz, adios angel, adios guarda, adios Dios. 

Sea cual sea el motivo de su visita descansaba ya en mi cesped y seguía yo sin saber que hacer.
Fui al cuarto de los triques y saqué una lata de gasolina y una botella de cloro limpiador de albercas.

Lo empapé con el liquido de la lata y estornudé. Encendi otro cigarro y con el mismo cerillo encendí al angel que sin sorprenderme, encendió muy rápido, la piel de angel debe ser muy flamable, pensé, y el angel quedó reducido a cenizas en pocos segundos, dejando su silueta marcada en el cesped y un olor a hojas de naranja quemadas. 

Vacié el contenido de la botella de cloro limpiador en la alberca y salí al trabajo, consciente de que ahora en adelante, yo y sólo yo tendría que hacer frente al futuro.





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