lunes, 22 de diciembre de 2008

sal

El universo lo tienes en las manos. 

Un mensaje así siempre te cambia la vida, pensé después de leer la galleta de la suerte del restaurante chino cercano al hospital en donde tenía ya varios días cuidando a un tío que no tenía la menor idea de quien era yo ni que hacía ahí.

Me quedé pensando en el mensaje toda la tarde mientras releía una vieja revista con moda de hace 4 años y me dí cuenta de que tenía aún la moda de hace 4 años encima y decidí salir del hospital. Caminar por el rumbo y no pensar en nada, ni en la enfermedad, ni en el olvido, ni en el futuro.

Como unico desempleado de la familia era mi obligación ayudar en el proceso de cuidar a mi tío y en mantener informados a todos del estado en el cual evolucionaba su enfermedad y su debacle, no teniendo opción me llevé algunos libros para pasar el tiempo y hacer menos penosa y deprimente mi estadía.

El cuarto del hospital y su peculiar olor me aguardaban, dos olores me deprimen en el mundo, el olor de un hospital y el de la casa de un viejo, ambos fuertes, ambos parecidos, ambos insportables para mi nariz y sin embargo, ahora tenía que tolerarlo y poner mi mejor cara, la cual no dista mucho de mi peor ya que siempre he sido un tipo inexpresivo.

Verlo ahí, descansando de una vida de trabajo y de problemas, descansando sin descansar y sin recuperarse, como lo son los sueños de los convalecientes, sueños de drogas y de dolor, infiernos que se viven de este lado, del lado de los que aún andamos por el mundo, verlo ahí me ponía a pensar en lo que el había hecho y lo que tenía que hacer yo para no estar en las mismas, abandonado a la caridad de un familiar que no conozco y que quiza no quiero.

Que aburrido es estar aquí, pensé y me fuí a dar un rondin por el hospital y tuve la ocurrencia de ponerme una bata que encontré abandonada en una silla afuera de un cuarto, y con esa bata caminé por ahí, sintiendome importante, con el caminar seguro de quien tiene vidas en sus manos y avancé buscando algo que hacer. Una joven muy guapa, hija de algún paciente, se acercó a mi a consultarme sobre el estado de salud del señor Segura, le dije que no estaba capacitado para dar información y que si lo requería fuera a averiguar con la jefa de enfermeras del piso. Ella desconsolada me preguntó si había algún metodo menos agresivo para tratar el problema de su padre, un principio de cancer del esofago que lo tenía ahí, le dije que su padre era el principal culpable de su estado y que se le había advertido con anterioridad que dejara el cigarro o algo así podría pasar. Ella me dijo que su padre no fumaba. Yo le dije que no tenía tiempo de atenderla y me fuí.

Apenado dejé la bata en su lugar y entré a ver el estado de mi tío, seguía igual, durmiendo y respirando a duras penas. Decidí acompañarlo y me dormí también y se me apareció en el sueño, la chica del padre enfermo, pero en ese sueño nos amabamos y su padre la entregaba en el altar, al momento de decir "acepto", desperté.

Salí a la maquina de refrescos y ella se me volvió a acercar. Me pidió una disculpa por la forma en la que me cuestionó anteriormente y yo, no pudiendo ser más cinico, le dije que no había problema, que yo no era doctor y sólo me había puesto la bata para no aburrirme, ella no comprendió, frunció el ceño y se alejó, volteó y con la mirada me dijo idiota.

Dos días después, al pasar por uno de los pasillos, me tocó prescenciar la dolorosa escena en donde ella lloraba desconsolada porque su padre estaba siendo llevado con prisas a una cirugía de emergencia por otro problema que acababa de agravarse, la ví de lejos y armandome de valor, me acerqué y le pregunté si estaba bien. Ella parecía haber olvidado el incidente con el cual nos conocimos y me contó lo de su padre, la invité a tomar un café, ella primero dudó, pero después aceptó y caminamos rumbo a la cafetería del hospital.

Le sentaba bien la tristeza, pensé, ella era como una pequeña rafaga de aire fresco en la depresión del lugar y era bueno eso de socializar con alguien que no fuera, el bello durmiente de mi tío o alguna enfermera fea, nada parecidas a las enfermeras de las series de TV o de fantasias eroticas de tienda de disfraces.

Dolores, se llamaba Dolores, nombre adecuado para alguién que acababa de conocer en un lugar lleno de los mismos y me dijo que era hija unica y su padre era lo unico que tenía, que tenían una tienda  en el centro de la ciudad y que no sabía que iba a hacer el día que su padre ya no estuviera, lo cual pensé que no podría ser muy lejano. Mentí y le dije que se iba a poner bien, que todo iba a estar bien.

La acompañé a la habitación de su padre y en el camino un doctor se acercó a nosotros, a ella más bien, y le informó que su señor padre, el señor Segura, acababa de dejar este mundo y ahora la esperaba en uno mejor, o al menos con mejor vista.

Ella se derrumbó en mis brazos y miserable y egoistamente lo primero que pensé fue en que estaba una chica linda en mis brazos y que ahora, si no tenía a nadie en este mundo, podría iniciar y construir uno nuevo conmigo, ella llorando intentaba entender la situación y su soledad, yo sonriendo pensé que ella era el universo que la galleta china tenía preparado para mí. 




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