martes, 16 de diciembre de 2008

sencillo

Tenía una amiga que era bastante fácil. mucho muy fácil. la conocías y tus probabilidades de encamarte con ella eran grandísimas, infinitas, demasiadas.

pero nunca tuve nada que ver con ella yo solo la recibia en mi departamento todas las madrugadas que llegaba arrepentida de haber confiado en Él, el nuevo del día, de la noche, de la mañana, de la tarde (su horario era muy variado), y la abrazaba y la acompañaba a la sala en donde le decía "cuentame, que pasó" y ella me contaba con lujo de detalles la situación y sus consecuencias y lo que vivió y los miedos de no haberse cuidado o de que alguien la creyera una puta.

y yo la abrazaba y le decía quedito, "no pasa nada, nadie va a pensar eso de ti, las putas cobran, tu lo haces por gusto" y ella se reía y me decía que era un idiota y yo la amaba más que todos los hombres del mundo con los que ella había tenido algo y que se habían ido, dejandola en mis brazos una noche más.

y la llevaba a mi cama y la tapaba y le cantaba con mi usual desafino, una canción de los beatles que a ella le gustaba y que yo no entendía porque no sé inglés.

la veía dormir y me sentía el hombre más afortunado del mundo, de que ella, el amor de mi vida, me regalara a mi y sólo a mi, su sueño de paz y no de guerra, sus ronquidos de gatita, sus manos frías y sus pies de hielo. 

por la mañana, cuando me despertaba y ella no estaba, me sentía mucho muy miserable y la entendía en su totalidad, porque si bien, lo nuestro nunca fue sexual, duele igual o peor sentirse abandonado en una cama en donde uno confió, donde uno se entregó, donde uno se esperanzó.

ella al menos tenía a donde ir, yo no.




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