miércoles, 18 de noviembre de 2009

La nena

Dice mi madre que La Nena siempre me quiso. Desde el mero día en que nos conocimos siendo niños, La Nena se enamoró de mi.

Mi madre siempre me molestaba con eso, cuando La Nena pasaba por mi casa y yo arriba del árbol le lanzaba ramas, mi madre veía amor en la pasividad con la cual la nena soportaba los proyectiles, mártir ante el bombardeo del amor, de su amor.

Yo era un niño y no sabía nada  de nada, a mi sólo me interesaban las fabulas de Esopo, la soda de Ponche y caminar por el filo de las abanquetas. Ahora me doy cuenta de que muchos de esos pasos, de esos desafíos al vacío de 15 centimetros, no los dí sólo. Ahí estaba La Nena. Cuidandome los pasos.

La Nena no era una niña de la cual uno podría haberse enamorado, era tosca, pecosa y flaquisima, creo recordar que tenía los pies muy grandes, una vez comparamos sus huellas con las mías en cemento fresco y mi respuesta fue un "Ooosssuuuu". Tenía el cabello chino y las manos, esas sí, de niña. Pequeñas manos que nunca se rozaron con las mías.

Cuando caminaba a la primaria en donde estudiaba, me topaba casi todos los días con La Nena, ella estaba en otra escuela y tenía que tomar un camión para llegar, pero siempre fingia casualidad y fortuna en toparnos, me preguntaba cosas sobre la televisión y como a mi la televisión siempre me ha apasionado, le contaba que Mazzinger Z había estado increíble, que los Thundercat´s se salvaron de milagro y que en la telenovela de las 8, la villana se había salido con la suya. La Nena me miraba y dejaba pasar un par de camiones más.

En secundaria compartimos el mismo salón de clases, mi madre me contó que se topó a La Nena con su mamá en una tienda de ropa el fin de semana antes de iniciar el curso, ambas sonreían y mi madre le dijo a la mamá de la Nena, "un día vamos a ser familia ya verá", La Nena se sonrojó y mi madre le ayudo a escoger el vestido más bonito de la tienda.

En secundaria yo era aún más desobligado y dejé de hacer y de participar en los proyectos, La Nena siempre hayaba la forma de incluirme y darme trabajo que me permitiera no hacer mucho, así fue que pasé año. Una vez recuerdo que la Nena comía un lonche junto a un árbol y una abeja le picó cerca del ojo, la Nena soltó el lonche y salió corriendo, la detuve y vi el aguijon y ella lloraba y yo no supe que hacer y la llevé a la enfermería. Me quedé esperando a que saliera, cuando salio, vi que del ojo que no traía vendaje, salía la mirada de más amor que me han dado en la vida, yo me sentí intimidado...un chavo con una descalabrada impresionante que esperaba su turno sólo dijo : Eeee novios. 
Yo me fui de ahí.
 Ahora entiendo que la Nena tenía la mala suerte conmigo, nunca me tocó el turno de besarla jugando a la botella, nunca le acepté una propuesta a bailar durante las fiestas y la única vez que me habían convencido de bailar con ella, que era en la noche más importante de su adolescencia, la fiesta de XV, tuve paperas y el dr me dijo que no fuera.

Ahora, a años de distancia de todo esto, comprendo que La Nena pudo haber sido el amor de mi vida, quiza yo fui el amor de su vida, quiza lo soy aún y me recuerda con cariño.
Quiza con la Nena mi vida hubiera sido diferente. Me enteré hace poco que es una exitosa abogada laboral, que tiene años que vive en otra ciudad y que sigue soltera. Quiza esperando.

En una de esas, aún después de tantos años, le queda corazón para quererme como antes. Pasivamente. Dulcemente. Esperanzadamente.












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