jueves, 14 de enero de 2010

Casa

-Soñé con esa casa anoche-Me dijo Damián, un día antes de que muriera.
¿Con cual?- 
-La del final, la del portón de metal- Damían tiró el cigarro y se acercó a la puerta, la tocó.

Yo lo miraba desde la acera contraria, habíamos decidido irnos por esa calle contrario a por donde siempre pasabamos, ese día aquella calle estaba en reparación y si algo odiabamos era el ruido de las máquinas destrozando la tierra.

Cuando pasamos enfrente de la casa del portón de metal, Damián se paró en seco y fue lo que me dijo, "soñé con esa casa anoche".

No entramos, nos fuimos caminando a nuestro nuevo empleo como operadores de telemarketing. El ruido de los teléfonos sonandome en la cabeza todo el día, el humo del cigarro en el patio entrandome por los ojos, los números girando en mi mente, mis manos presionando botones y mi voz, que no es mi voz cuando vendo, engañando, nada me evitaba pensar en lo que me dijo Damián.

De regreso pasamos por ahí.

-¿Ya habías pasado por aquí antes Damián?
-Nunca. Lo dices por lo que te dije que había soñado con esa casa no?
-Si, me puso nervioso.
-A mi también, sobre todo porque no fue un buen sueño sabes.

Me contó el sueño, era raro, muy raro. Me dijo que había soñado que pasaba por ahí en bicicleta, que era un día muy caluroso y sudaba demasiado, que tenía mucha sed y se había metido por el jardín de la casa, en el jardín había una estatua chiquita de un sapo explotando en pedazos, los hierbajos crecían por todos lados y él andaba en shorts y las hierbas le picaban las piernas. Tomó una manguera del suelo y abrió la llave, cuando empezó a beber agua el agua estaba podrida y daba más sed. En eso se abrió la puerta de la casa me dijo,  y una mujer parecida a su madre lo miraba beber. Damián quiso salir y ella le dijo que no pasaba nada. Que entrara. Damián entró a la casa. 

La señora le invitó a sentarse, por dentro la casa no tenía un orde aparente, la cocina era a la vez una gran sala en donde había mesas y sillas de diferentes tamaños y texturas. Al fondo, Damián vió a un chico retardado masturbandose frente a un televisor que sólo transmitia estática. Damián quiso salir y la señora lo tomó de un brazo, al momento de hacerlo, el brazo se le deshizo, como se deshace la carne a baño maría, y Damían quizo correr, tropezando con las sillas multiformes y conforme avanzaba su cuerpo iba deshaciendose como carne deshebrada, lo ultimo que cayó al suelo fue su cabeza y sus ojos abiertos, se cerraron para siempre con la imagen del chico retardado teniendo un orgasmo descomunal. La casa olía a petroleo y sal.

"Vaya sueño"- le dije y en mi nariz alcancé a percibir como de la casa emanaba un ligero olor a petroleo. No había nadie dentro de ella. Nos fuimos caminando y olvidamos el tema.

Esa noche soñé con la casa, pero en mi sueño yo no entraba, sólo contemplaba el momento en el cual Damián se deshacia y la escultura del sapo cobraba vida y me brincaba encima empapandome de sal y sangre. Desperté con la llamada de mi madre diciendome que habían encontrado a Damián colgado en un árbol.

Salí de casa corriendo y sin saber porqué, llegué a la casa de la pesadilla de Damián. Damián no estaba ahí. Entré por el jardín y el olor, el jodido olor a petroleo lo impregnaba todo. El sapo explotando no existía ni tampoco la manguera de agua podrida, pero si el olor. En mi boca empecé a sentir la sal. Temblé.

Mi teléfono comenzó a sonar. Era el número de Damián. Contesté. Era él. Me dijo que no volteara a la derecha, lo hice, ahí estaba ella. Mirándome. Colgué. Ella me tomó del brazo.

Desperté en el hospital. Duré tres días en un desmayo que parecía interminable. Mi cuerpo tenía sal por todas partes y nadie sabía como había sido. Me había perdido del funeral de Damián, mi madre pensó que me había afectado mucho y por eso pasó lo que pasó.

En el coche camino a casa, una desviación nos hizo pasar por la calle de la casa. Cerré los ojos pero aún olía a ella, a la casa. Desde la ventana escuché que alguien decía mi nombre. Pensé en Damián, en mí.