domingo, 10 de enero de 2010

frío

Cuando el camino termina y no quedan más que ramas que ocultan los agujeros por donde se nos va la vida, cuando los silencios inundan y rompen los oídos de los perros que no saben ladrar aún.
Cuando los dedos se me congelan al romper el aire helado que inunda el lugar en el que duermo y lo llenan de una apacible falsedad, de una engañosa soledad. Pienso.

En las estructuras de los edificios. En los hilos que tejen las arañas. En los galones de pintura que se necesitan para pintar un barco. En el sueldo que gana el que limpia los vidrios del edificio más alto de Dubai. En los tipos de cambio en Venezuela. En las comedias románticas. En los suspiros que se me gastan cuando sueño. En las botellas que van por el mar buscando llegar a un nuevo destino. En los payasos que ya no saben cuando están riendo por gusto. En los millones de dolares que no tengo. En el tiempo que le queda de vida a las baterías de mis aparatos electrónicos. En los números que aún no marco. En los molinos son Quijotes. En las baldosas de una casa de clase media. En los comerciales de productos para el cabello. En nadie.

En mi.