jueves, 7 de enero de 2010

lolo

Calentador encendido y aún así, el frío no para.

Todo se vuelve un momento que me explota en la cara y la ventisca de la explosión se vuelve un dibujo en los árboles, un dibujo sin sentido, como lo que ha pasado entre nosotros.

No quedan huellas ya en la arena de mi casa, hasta las huellas te llevaste y en tus palabras y en el reflejo de tus mejillas ya no quedo yo, ni una pizca de mí, ni un asomo de lo que alguna vez tuvis...tuvimos.

Mis pies se me derriten en la nieve, se vuelven uno con los pasos que alguna vez quise dar, pero no, no pude, y no, no podré. En la nieve no se avanza, se hunde. Las palabras son la nieve algunas veces y yo no puedo con ellas ni contigo.

Porque no entiendo de sonidos ni de tiempos, ni de instantes, ni de polaroids, ni de mujeres. No entiendo nada porque nunca me tomé el momento para prestar atención. Dejé pasar por alto las señales de PARE y me estrellé y caí en los juegos que no debí caer, en los tragos que no debí beber, en las azoteas donde no debí caminar.

El gato de mis padres se llamaba Lolo. Era un gato gris, enorme. Tenía mucha personalidad y siempre andaba solo. Lolo. Algunas veces, cuando hace frío y voy a ver a mis padres, extraño a Lolo.