martes, 5 de enero de 2010

mensajes

Inmersa en su rutina, en ese apretar botones en una secuencia ininterrumpida, en un orden establecido ya, en un a elipsis interminable de acciones, se dió cuenta de que estaba enamorada.Enamorada no sabía si de él, o del momento, o del tiempo justo en el cual entro por la puerta de la bodega y se materializo para siempre en sus retinas.

Como un hierro caliente, a donde volteara estaba él, encarador, de barrio, con la palabra justa en la boca, con la mirada que la miraba y la desnudaba, y ella se sonrojaba toda, un tomate se volvía ella y de entre sus piernas, el calor nacía.

7pm, suena el timbre y la esperanza en sus oídos, la esperanza de verlo pasando el cuarto donde está la bodega, y lo sabe y se mira en el reflejo de una lámina de acero inoxidable y se da cuenta de lo linda que se ve y de lo mucho que quisiera reunir en su garganta las palabras exactas para poderle hablar y decirle algo, lo que sea. Pero no puede. El miedo siempre gana.

Sube al bus y con la mirada bajita como sus sueños, se sienta en el último lugar, el del fondo, desde donde podrá ver si es que tiene suerte, a él cuando salga. Saca de su bolsa unas galletas y las come sin hambre, sólo porque el ruido de las mismas espante su cara de sus ojos y los cierra y los aprieta y se persigna imaginariamente y al abrirlos, él está a su lado.

Hola, él le dice, ella no dice nada, se le fueron las palabras para siempre y ve por la ventana como transcurre la ciudad en la oscuridad, una oscuridad que ni las luces de neón pueden espantar, él roza su mano con su mano y la descarga de electricidad se desata en su espalda, si no hubiera habido tanto ruido en el ambiente, se hubiera escuchado el momento justo en el que el corazón cambió de ritmo su latido, y se volvió una sucesión de espasmos de tiempos pasados, de olas de un mar que ella nunca había visto.

Ella bajó del bus deseando que él lo hiciera y él lo hizo, ella volteo al cielo y una rafaga chiquita de aire la elevó por unos instantes, nadie más lo vió, sólo ella, pensó que así era estar enamorada, estar enamorada era volar un poco. Él la rodeó con su brazo izquierdo y ella recargó su cabeza ahí y después, el frío que entra por la espalda, el amor materializado que desgarra el corazón por la espalda, el amor que fluye y cae en cascada y la empapa y lo empapa a él, el amor que toca el suelo. El amor que duele. El vuelo se detiene en  el suelo, en el pavimento. El amor es soledad en el asfalto.

Él se fue con la navaja sonándole en las manos y el amor de ella manchando su camisa, ella se quedó con el suelo en la boca, con el sueño  desgarrado como ella misma. Ella se quedó para siempre enamorada

2 comentarios:

Liz dijo...

nooo

te pasaste

aaw

feliz año!

Sahib Anubis dijo...

no cabe duda... el amor mata.