miércoles, 21 de enero de 2009

milo

Con la vista perdida en el punto más lejano del horizonte, el perro esperaba oculto en los arbustos, que pasara alguién, que una mano lo alimentara porque después de años de cautiverio domiciliario, había perdido la capacidad de proveerse  el mismo de alimento.

Nada pasaba, nadie pasaba, el curso del tiempo y del viento no cambiaban pero el hambre aumentaba y el cansancio comenzaba a cerrar sus ojos de mirada triste. La confianza lo mató podría decirse, pudo haberse resistido a ese paseo en coche, pudo haberse escondido o incluso escapado por el barrio, pero la confianza y el amor lo perdieron y lo llevaron a las afueras de la ciudad, a lo desconocido, al miedo, a la muerte guiada por quien él quiso más. Si la curiosidad mató al gato, el amor mató al perro.

Hurgaba en la basura de la orilla de la carretera y el estornudaba una mezcla de vidrios y polvo y de haber podido llorar, habría llorado su desgracia y su impotencia y su amor mal correspondido, pero el perro no llora y no sabe lo que sigue, porque es un perro tonto que confió demás.

Caminando lentamente por el costado de la carretera veía pasar los coches rapidamente, quiza esperanzado de que de un momento a otro, él volviera y le dijera "sube" "vamos a casa", pero el milagro no ocurria y la carretera no tenía fin. Avanzando, avanzando, vío los despojos de lo que alguna vez también fue un perro, sorprendido y asqueado volteo la vista y comenzó a correr bosque adentro, a lo desconocido, lejos de los coches, cerca de la nada, a la oscuridad y al frío.

La lluvia, esa que vuelve más dramatico todo, comenzó a aparecer y el perro, se resguardo bajo un árbol a ver llover y a ver como los ríos miniatura pasaban por un lado y dentro de ellos, bichos que nunca había visto, luchaban contra la corriente y el pensó...yo podría estar peor, pero el ruido de su estomago le dijo no estás tampoco tan bien.

Decidido a contrarestar el hambre, olfateó dentro del lodo buscando algo y con la nariz manchada de mierda y frío, comió gusanos y catarinas y escarabajos y bebío del agua sucia que corria y cuando terminó, se volvió a resguardar bajo el árbol a esperar que algo pasara y que la lluvia amainara y que el frío se detuviera y que los truenos ya no hicieran ruido y que el asco no lo dominara y pudiera guardar en su estomago por más tiempo, la cena.

La mañana siguiente lo despertó el estomago y el dolor. Tenía un día fuera de casa o mil. La primera maldita noche no lo mató, pero había que continuar y el perro que no era tonto entendió que ya toda esperanza por volver a casa había terminado. Y comenzó a ver lo bueno, lo fresco de la mañana, el aire diferente y no enrarecido al pasillo donde vivió siempre y sobre todo, la libertad de saber que todo dependía ahora de él y si iba a comer era por él, si iba a vivir era por él y si iba a morir era por él.

En la verdad está la felicidad, no en la ignorancia. El perro en una noche entendió eso y caminando por el bosque, dejó de esperar migajas y manos que lo acariciaran y empezó a buscar lo basico, agua, comida y refugio, el amor ya no era relevante, el amor ya no tiene cabida en este nuevo mundo. El perro ya no está enamorado.




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